domingo, 10 de noviembre de 2013

Mucha Casualidad



  

Por Editor del Norte

El Perú es el principal exportador de cocaína en el mundo y el narcotráfico en nuestro país genera aproximadamente 20 mil millones de dólares por año, según un informe del diario estadounidense The Wall Street Journal. Esta lacra social ha venido corrompiendo los tejidos y las instituciones representativas de la sociedad peruana hasta alcanzar a la política y sus autoridades en las garras de este cáncer mortal que es el narcotráfico, cuyas consecuencias y daños colaterales es la violencia e inseguridad ciudadana que hoy vive el País.
LA DÉCADA DEL ASCO
Pero, es a raíz de la llegada al poder de cambio 90 y la dupla Fujimori–Montesinos, que el Estado corrupto y mafioso que existía en el Perú, alcanzó las mayores dimensiones cuando desde (1990 – 2000) se instaura en el Perú: “La década del Asco”.

      El 24 de noviembre del año 2000, en la revista colombiana Cambio, Roberto Escobar Gaviria, alias “Osito”, hermano de Pablo Escobar, declaraba: "El señor Montesinos colaboró bastante en los negocios de narcotráfico que manejaba mi hermano Pablo en Perú desde el año 1986 hasta 1992 (...) Cuando Fujimori estaba en la primera campaña para presidente, a fines de 1989, mi hermano dio un dinero para esa campaña (...) Fujimori le dijo a mi hermano telefónicamente que si llegaba a la presidencia con gusto le colaboraba en lo que estuviera a su alcance".

Dos días después, de la entrevista “bomba”, Fujimori hizo maletas y salió casi intempestivamente hacia Brunei, para luego ir a Japón y desde allí lanzar su discurso final. “Osito” en dicha entrevista afirma que Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori recibieron un millón de dólares del narcotráfico para financiar la campaña electoral de 1990.

En mayo de 1996 agentes de inteligencia de la Fuerza Aérea del Perú descubrieron un cargamento de 176 kilos de cocaína, nada menos que en el avión Presidencial. El piloto Luis Escárcega Ishikawa, era uno de los edecanes del presidente Alberto Fujimori. En julio del mismo año, encontraron otro cargamento, esta vez en un barco de la Marina.  La revelación causó estupor y desconcierto en el país.

     Sin embargo, un año después de la incautación de la droga, en julio de 1997, el entonces gobernante Alberto Fujimori exculpó en un discurso público a los oficiales de la tripulación del narco-avión. Los oficiales no solo fueron absueltos sino que uno de ellos, el coronel FAP Óscar Salinas, fue premiado con un ascenso.



En el Perú de los noventa reino un estado narco
Fujimori y Montesinos, que gobernaron el Perú por más de una década, estuvieron comprometidos con el narcotráfico. La primera clarinada de alerta se produce en los primeros años de su gobierno. A inicios de 1991, apenas unos meses después de la victoria electoral, su asesor Vladimiro Montesinos, comenzó a meter mano en el comercio ilegal de la droga. Colocó al general del Ejército Nicolás Hermosa Ríos al mando de las Fuerzas Armadas y mandó un nuevo paquete de leyes otorgando amplios poderes a los militares sobre los valles cocaleros, con lo que limitó el rol de la Policía Antinarcóticos.

     Durante esos años, como se sabría poco tiempo después, la mayor parte de los operativos de la Policía con la DEA, destinados a capturar droga o traficantes en la selva, fracasaban porque los detalles se filtraban a los narcotraficantes al ser comunicados previamente al Comando Conjunto del Frente Interno, bajo control de los militares.

        Sin embargo, este reconocido e impune vínculo de los militares en el valle del Huallaga tendría sentido y sería explicable solo dos años después cuando, en pleno juicio, el narcotraficante Demetrio Chávez Peña Herrera, alias “Vaticano”, reveló que la principal razón por la cual esa carretera operó como una pista de aterrizaje hasta 1993 fue porque le pagaba 50 mil dólares mensuales a Montesinos por cada avioneta que salía de la zona.



El gobierno de Alberto Fujimori fue corrupto y tuvo claros vínculos con el narcotráfico

Por lo que no sorprende que su hija Keiko Fujimori admitiera en plena campaña electoral haber recibido US$ 10,000 dólares de la familia de Eudocio Martínez alias “olluquito”, comprobado narcotraficante en el caso Hayduk. Tampoco sorprende el hallazgo de 100 kilos de cocaína en los almacenes de la compañía de Kenyi Fujimori, blindado por su condición de actual parlamentario con la complicidad de la prensa basura, que hacen mutis para tapar el caso y no llegar hasta las últimas consecuencias. Recientemente, un trascendido del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos permitió que se filtrara una información oscuramente vinculada al escenario político peruano.

       El ciudadano Luis Santiago Calle Quiroz, radicado en Madrid y sindicado como operador de una de las redes más peligrosas dedicadas al lavado del dinero proveniente del Narcotráfico y con ramificaciones en Colombia, España y Perú, ha sido detectado y denunciado por sus actividades ilícitas.

         Curiosamente, aparece en la relación de quienes sustentaron la campaña electoral de Keiko Fujimori con significativas entregas. Es uno de los 25 aportantes más calificados, reconocido por la propia oficina electoral del conglomerado Fujimorista en nuestro país.

     Aunque ella, puesta al descubierto en la tramoya, haya optado por anunciar “la devolución de la plata”, no se limpia de esa mancha que compromete a su entorno. No podrá decir nunca “aquí no pasa nada”. Es más, ese dinero fue gastado para desprestigiar a su principal opositor, para afirmar que su padre fue el mejor presidente del Perú. Con ese dinero se compró el traje con el que fue a la fiesta electoral, no importa que ahora lo devuelva porque ya cumplió su objetivo. A propósito, ¿a quién se lo está devolviendo?

        El hermano de Luis Santiago, es Gerente General del Jockey Plaza -donde se registró un desaguisado de polendas hace algunos años- y está relacionado a otros hombres del fujimorismo, como Germán y Augusto Kruger; ambos muy vinculados a la familia Fujimori el primero asiduo visitante del centro recreacional de Barbadillo que le sirve como “prisión” al reo en la cárcel dorada de la Diroes.



A modo de Conclusión
Los hechos relatados, están debidamente verificados, se encuentran en salas penales y la prensa, aun afecta a los Fujimori, no ha podido silenciarlos. Si no prosperan es porque el poder judicial está apro-fujimorizado y las ratas no se comen entre ellas.

       El pueblo, con justa suspicacia, se pregunta si todo esto no es demasiada casualidad, que tanto Kenji como Keiko se disfrazan con la cara de “caídos del palto”  cuando enfrentan las preguntas de la prensa. 
     Dicen que “cuando el río suena es porque piedras trae”… en este caso las piedras blanqueadas y pulverizadas se convierten en una denuncia silenciosa de lo que es no sólo el fujimorismo, sino el sistema económico-político que da impunidad a estas lacras sociales.

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