Fujimori ha
sido definido como un mentiroso compulsivo, la historia de sus mentiras se
inicia en el mismo momento en que apareció en la escena política, sin programa
ni doctrina que cuando fue exigido de presentarlas, dijo haberse intoxicado por
comer bacalao. Mintió cuando dijo ser peruano, y apenas pudo corrió a
presentarse como candidato al congreso japonés patria a la que juró defender
con su vida. Mintió tanto que como una señora señaló en una de las redes
sociales por Internet, “al mentiroso, lo cierto se le hace dudoso”.
Hildebrant,
con su conocida ironía expresa: “Disfrazado de tango, haciendo el muertito en el océano de farsa donde
siempre ha vivido, Fujimori demostró que también es peruano. Sabe fingir.
Actúa. Interpreta un papel. Es teatro puro.
Fue
siempre así. En enero de 1990, cuando lo investigamos, descubrimos que había
defraudado al fisco en las 34 operaciones inmobiliarias que efectuó teniendo a
la ingeniera civil Susana Higuchi como socia y cómplice. Pero se presentaba
como el japonesito honesto construido por los asesores de campaña que el Apra
le prestó”.
Fujimori
debe ser condenado una vez más, porque hay suficientes pruebas que lo
incriminan. El pueblo peruano está atento a los chanchullos de una Justicia que
es casi un reflejo del criminal al que se va a juzgar. Sin embargo confiamos en
que aun hay jueces y fiscales probos que sabrán cumplir su papel ante el pueblo
peruano y ante la historia.
Prensa
Libre seguirá los acontecimientos de este nuevo juicio y con los peruanos en el
exterior sabremos estar alertas ante cualquier desvío legal que pueda conducir
a la impunidad.
Fujimori
debe pagar sus crímenes en la cárcel. Los peruanos no queremos nada menos.
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