“Caminamos hacia una
reoligarquización de la política”
Raúl Wiener
(“El plan que está caminando”
La Primera
6 de junio de 2014)
Tiene razón Raúl Wiener, uno de los más
lúcidos y documentados analistas de la izquierda peruana cuando, en sus notas
del viernes y sábado últimos, advierte que estamos ante un plan de largo alcance
que tiene por objeto devolver al Perú a épocas que el dominio oligárquico, cuando esta clase parasitaria hacía
con el Perú y los peruanos lo que les daba la gana… siempre por supuesto
atentos al interés del amo yanqui.
Según Clausewitz, “la guerra es
la continuación de la política por otros medios”, pero a esta frase se debiera agregar que la política es la expresión de la economía. Y si convenimos en
ello, no cabe duda de que en el Perú en los últimos 20 años ha habido un enorme
retroceso en cuanto al desarrollo económico. De ser un país que desarrollaba
(aunque de manera incipiente) una industria que se notaba en el producto bruto
interno, hoy hemos vuelto a la economía de exportación de materias primas, que
los economistas califican como “primarización de la economía o neoextractivismo
para alcanzar un desarrollo sustentable”.
Autores como Eduardo Gudynas del Centro
Latino Americano de Ecología Social (CLAES), dice:
“[…] bajo
esa estrategia, el objetivo del desarrollo nacional, como "desarrollo
endógeno", se pierde; la autonomía frente a los mercados globales se
desvanece. Las industrias nacionales no se recuperan, en varios casos se
reducen. Mientras que en el pasado, en varios países la izquierda acusaba a la
derecha por favorecerlas importaciones de bienes de consumo de Estados Unidos o
Europa, en la actualidad, unas cuantas izquierdas gobernantes se entretienen con
importaciones desde Asia.
Cambian los destinos del comercio
internacional, pero la asimetría entre la venta de bienes primarios y la compra
de manufacturas, se mantiene.” (http://rigofa2011.blogdiario.com/1305034001/)
De modo de que lo que sucede en el
Perú y que es estudiado con profundidad por economistas y sociólogos, forma parte de un siniestro
plan orquestado desde los centros de poder imperial y que están ampliamente documentados por
documentales puntuales de RT (http://actualidad.rt.com).
No es entonces un plan de la
derecha peruana lo que está determinando acciones como la concentración de medios o el monopolio
informativo que no tiene nada que ver con la concentración económica,
puesto que los periódicos integrados ahora por el grupo El Comercio, siempre estuvieron
alineados políticamente en el neoliberalismo capitalista. El plan es reponer al
frente del gobierno a la institución que representa a la oligarquía peruana
como dos gotas de agua y que no es ni más ni menos que la organización naranja, el fujimontesinismo.
Ese plan de reoligarquización
cuenta con el beneplácito de EEUU, hoy más que nunca puntual, debido a que el imperio intenta
desesperadamente recobrar la hegemonía de una globalización capitalista que
tuvo en sus manos a la caída del muro de Berlín y que hoy enfrenta la debacle
de su unipolaridad frente a una Europa que políticamente empieza a resistirle y
a una Rusia y China cuya alianza rompe definitivamente la hegemonía yanqui. La
bi o tripolaridad pone en pánico a EEUU como la cruz a Drácula y
eso exige sumisión a los países que aun se alinean tras el imperio y en el que Perú juega un
factor importante en la Alianza del Pacífico: Chile, Perú Colombia y México que
hace agua con la distancia que ahora le pone el Chile de Bachelet.
Ese es el “liderazgo”, que como
bien dice Wiener es ahora la palabrita de moda” y que puesta en labios de Keiko
Fujimori alcanza su profunda dimensión reaccionaria y represiva, lo que atrae a
Washington, puesto que el fujimorismo en el poder nos ha de devolver a la época en
que bajo el membrete de “terrucos” se atemorizó a toda la sociedad, se asesinó y
desaparecieron dirigentes sindicales y comunales y lo que es peor con una
impunidad que aun perdura.
En la segunda parte de su nota,
“El único plan a la vista” Wiener se torna pesimista porque no ve
alternativas al programa de la extrema derecha, entonces, apela a “los sectores democráticos y progresistas (para que) reaccionen
a los riesgos y pasen a pensar la coyuntura en un proceso de dos años y más allá”.
En este punto es lamentable que Wiener apele
justamente a quienes han puesto las demandas populares en un sombrero de
mendigo esperando “por amor de Dios” que sus derechos se consigan como
limosnas.
El hecho de que los reformistas (¿exreformistas?) a
quienes se dirige Wiener no tengan más alternativas que ser parte del
establishment, solo muestra lo alejados de la historia que están nuestros líderes de izquierda entre los cuales el propio
analista de La Primera.
Porque no es cierto de que no haya alternativa al
plan de la derecha. Lo hay aunque en el juego de la política oficial la
izquierda revolucionaria sea para los medios una réplica de Garabombo el invisible.
El plan es uno solo: la lucha por la revolución
socialista. Un plan anticapitalista que cuestione la propiedad privada de los
grandes medios de producción, una
política antiestatista que se manifiesta en la lucha contra la corrupción que se origina en el Estado por la burocracia que
lo corroe. Una afirmación del derecho social a la propiedad y con ello el
derecho de los pueblos a autogobernarse horizontalmente. Una nueva constitución de ilegalice la gran propiedad, que es la causa de
la diferenciación de clases que históricamente dio origen al Estado cuya
existencia es la perpetuación de las diferencias sociales.
Es el programa de la revolución socialista por el que luchan muchos militantes de
manera invisible e ignorados por los “grandes dirigentes”, el que tiene la
respuesta a la reoligarquización. Es cierto que aun no se vislumbra una organización sólida que represente a estos revolucionarios, aun en su fase de topos, trabajando subterráneamente. Pero ya aparecerán.
En cambio, el
reformismo de los “democráticos y
progresistas” ya no da para más
aunque ante la disyuntiva de evitar el fujimontesinismo debamos una vez más
votar por ellos al mismo tiempo que afilando la punta del zapato con el que les marcaremos el
trasero cuando llegue la hora de sacarlos del poder, para la lograr la victoria final de
los trabajadores y el pueblo. (KB)
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