Por Cristian
Gillen
La relación ideología-alienación es un aspecto
central del sistema de alienación visto como un todo. Es por ello que ir
profundizando en su teorización es primordial, lo cual se hará a continuación a
través de la descripción del proceso de producción inmediato a nivel de sus
apariencias, centrándose sobre todo en el trabajo vivo.
A fin de producir, el
capitalista requiere comprar capacidad de trabajo, es decir trabajo tanto
físico como mental. Con ese fin, le paga un salario o sueldo al trabajador
manual y/o intelectual, operación que convierte a este último en un
objeto-mercancía, pero una mercancía que presenta la característica especial de
ser portadora de un valor potencial. Debido a ello, el capitalista la
metamorfosea en un elemento de producción, en un factor de producción-trabajo,
al que como objeto o cosa lo combina con otros factores de producción, la
maquinaria, los insumos. Esta combinación desemboca en su materialización en
productos, que el capitalista considera suyos, y en un excedente que éste
visualiza como una remuneración a su actuación.
Para analizar el sistema de
alienación que se genera en el seno del proceso de producción que ha sido
expuesto a nivel de superficie, de acuerdo a como la economía vulgar percibe el
proceso productivo, partiremos de un estudio del trabajo visto no como objeto,
cosa o factor de producción, sino como relación social concebida tanto como
proceso y/o trabajo individualizado. En este análisis, haremos el recorrido
inverso que se efectuó al describir la producción a nivel de las apariencias.
Es decir que no se partirá de la circulación, sino del proceso de trabajo,
donde el capital expresado en trabajo pasado (maquinaria, equipo, insumos)
entra en relaciones contradictorias con el trabajo presente, lo cual se traduce
por la elaboración de productos ajenos a los que los realizaron y en una
plusvalía proveniente de que el trabajador produjo más que lo que le costó al
capitalista. Los productos fabricados en un proceso de trabajo alienado se
metamorfosean en mercancía con el fin de realizarse mediante su venta, donde el
valor de cambio prima sobre el valor de uso. Asimismo, la plusvalía se
transforma en ganancia como consecuencia de la competencia entre capitales.
El trabajo, que expresa una
relación social, se ha visto alienado en el proceso de trabajo material al ser
asimilado a un simple factor de producción, a un componente más entre los
diversos elementos que entran en la fabricación, junto con la materia prima,
los semielaborados, el equipo, las máquinas, entre otros. No se percibe el
trabajo vivo como un trabajo humano que tiene sensibilidades y potencialidades,
por lo que se le deteriora física y mentalmente al trabajador, haciendo que
realice actividades físicas muchas veces repetitivas, que están subordinadas a
la lógica del capital representado por el trabajo pasado, la maquinaria. En
cuanto al trabajo mental, su creatividad está limitada a la necesidad de
aumentar la productividad, en especial la del trabajo, para generar más
plusvalía, que es la base de la reproducción ampliada de la producción
capitalista. Sin plusvalía, la producción no tiene sentido capitalista, aunque
trate de producir bienes y servicios fundamentales para la población.
Sintetizando, el trabajo
sensible y con potencialidades es degradado en la producción misma al rango de
factor, objeto, y el resultado de su trabajo se convierte en algo ajeno, en una
cosa que pertenece al capital y que, para esconder su esencia, asume la forma
de fetiche en la mercancía. En los distintos niveles en que está presente el
trabajo alienado, ya sea en el proceso de producción mismo como en el seno del
producto, su esencia se cubre. Por ello se ha generado lo que Lukács denomina
la “reificación”, que hace aparecer a las relaciones entre hombres como cosas.
Pero Lukács no lo ve como resultado del trabajo alienado en el proceso ni en el
producto, sino en la circulación, donde los hombres son adquiridos como objetos
metamorfoseados en mercancía y, en ese proceso, se oculta su carácter de seres
humanos. No profundizaremos en la crítica a Lukács porque ya se hizo en un
libro anterior[1], así como en este mismo
trabajo. Como se puede ver, la reificación es la manifestación simbólica del
trabajo alienado en la fase de valoración-circulación. El trabajo alienado en
el acto de realización del producto tiene su expresión en el carácter fetiche
de la mercancía.
En resumen, la realidad de
la producción capitalista, que se revela bajo una forma superficial, transforma
al trabajo y al ser humano en factores, cosas, mercancías, no permitiendo que
se perciba la actividad productiva como alienante y explotadora de la mayor
parte de la población, que consiste de trabajadores al servicio del capital.
Marx, en El Capital,
se aparta del modelo ideológico de La ideología alemana donde la
ideología tendería a distorsionar la conciencia y considera como un efecto del
proceso de trabajo alienado a la ideología[2], la cual induce a disimular
y a crear obstáculos cognitivos que repercuten en el conocimiento de la
experiencia social. Esto significa que la ideología hace de las realidades
sociales elementos de las justificaciones ideológicas[3]. La teoría del fetichismo de
la mercancía es un elemento fundamental a tener en cuenta a fin de estar en
condiciones de analizar las complejas vinculaciones entre ideología y
alienación, por cuanto a través de ella se puede desentrañar la relación
dialéctica que existe entre el trabajo alienado y sus expresiones en la
realidad capitalista[4].
Por su parte, Althusser
trató la ideología de manera totalmente disociada de la alienación, porque no
concebía el trabajo alienado como categoría central del análisis marxista.
También se distanció de la teoría de la reificación de Lukács, en tanto la
consideraba como anexa a la alienación, que presupondría una esencia humana.
Althusser, como “antihumanista”, renunció a la esencialidad humana.
Asimismo, el marxismo en
Occidente tendió progresivamente a cambiar su crítica de las condiciones
socio-económicas al analizar la inadecuación cultural de la sociedad contemporánea,
abandonando la teoría de la alienación y centrándose en la crítica ideológica.
Los poderes del “marketing” habrían generado una verdadera “industria cultural”
que tiene gran incidencia en la creación del sentido común contemporáneo[5].
Sin embargo, esta visión ideológica disociada
de la alienación no permite estudiar el proceso de trabajo alienado que se da
en la producción en general, y más específicamente en la producción cultural, y
como se manifiesta en los trabajadores del arte y sus producciones. Se queda
solo en las apariencias y, por ello, no plantea alternativas realmente
emancipatorias a la crisis cultural existente.
[1] Cristian Gillen. Cómo superar el neoliberalismo. Op. cit.
[2] Marx, en El capital, señala: “ese carácter fetiche del
mundo de las mercancías… proviene del carácter social propio del trabajo que
produce las mercancías”.
[4] Para Rosen, el fetichismo de la mercancía contiene dos tipos de ilusiones:
una ilusión con relación al carácter social de los productos del trabajo; y una
ilusión con respecto a las relaciones entre los productores.
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