El gobierno de Humala está en aprietos.
Aunque eso de “gobierno de Humala” es un decir porque por a juzgar por lo que
se ha visto hasta ahora, en su régimen cualquiera gobierna menos él. Y no es
que sea Nadine quien gobierna, lo que no sería la primera vez. Las personas
mayores, deben recordar las bromas que se le hacían a Odría, por el enorme
protagonismo de su esposa Doña María Delgado. Mas recientemente, se recuerda
que doña Violeta Correa tenía mucho más peso y poder que nadie durante los
gobiernos del arquitecto Fernando Belaúnde.
En ambos casos, Odría y
Belaúnde, la oligarquía peruana o cerraba el pico o aplaudía el protagonismo
femenino, desde el primer momento de su aparición pública, toda vez que fuera
favorable a sus intereses.
No es el caso de Humala. Es que
este personaje no salió de sus faunas, no pertenece a su linaje, ni estuvo de
mayordomo de sus intereses antes de lanzarse al ruedo político. Lo que es peor,
saltó a la palestra con un lenguaje de izquierda, mostrando el retrato de
un Velasco Alvarado que para la oligarquía es como la cruz para Drácula, además,
haciendo imperdonables contactos internacionales con el “chavismo” ¡Horror!
La oligarquía peruana no olvida
ni está dispuesta a olvidar el pecado original del matrimonio Humala-Heredia,
por mucho que ambos hagan todo lo posible para ganarse un alguito de amistad y
respeto de la oligarquía. No lo lograrán nunca, volteen y miren al lado que
fueren. Desde la derecha hasta la izquierda, Humala es el espectáculo de un
soldado derrotado, llevando sobre sí pedazos y andrajos del uniforme
nacionalista que algún día vistió.
El verlo arrastrarse sin pudor
primero hereje, luego renegando de sus padres, de sus antiguos amigos, de sus
aliados que dieron todo para llevarlo al éxito electoral, no lo hace
ciudadano honorable o respetable. ¡Traidor!, le gritan por las calles los
carteles y pancartas que antes llevaban la “O”, como escudo antifujimorista. “Pobre
diablo” deben decir los burgueses en sus tertulias del club, entre el wisky en
las rocas y un pasesito en el baño.
Como la traición es ahora su
rutina, ya no tiene reparos en mostrarse como un proditor a todos los primeros
ministros que han pasado por su “gobierno”. Creyendo que la traición es
política de Estado, pensó que bastaba con cambiar de gabinete para que el circo
de traidores que es el parlamento aceptara su nuevo Consejo de Ministros. Pero
esta vez no ha sido así. El parlamento peruano fiel a sus malas costumbre ahora
le exige repartija. Ya lo expresa Mulder, al pedir una semana de reflexión a
Humala, para “negociar”.
¿Negociar qué? Nada
más y nada menos que el indulto a Fujimori, que “casualmente” acaba de
enfermarse gravemente con un “infarto cerebral? Y, por otro lado, el
archivamiento del informe de la Megacomisión, para que el delincuente Alan
García, pueda ser el candidato que la derecha peruana necesita para satisfacer
su apetito de reelección vitalicia. (PL)
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