Una historia de
dimes y diretes.
“¿En qué se parecen la uña de gato y el
ex-presidente Toledo?”
—“ En que cuanto más se les investiga mas se les
encuentran nuevas propiedades”
Este chiste del humor negro peruano circula
en estos días por las redes sociales del Internet. Pero no debiera darnos mucha
gracia sino pesar.
Los peruanos tenemos un expresidente preso
por ladrón y genocida y dos expresidentes investigados por cargos de corrupción
con hartas probabilidades de ser encarcelados. ¿Por qué? En realidad no estamos
solos. Un repaso a la historia reciente de Latinoamérica y el mundo, revela que
la corrupción está generalizada hasta convertirse en modus operandi y política
de Estado de la mayoría de gobiernos del mundo entero.
La escoba
Pero entre los peruanos se dice que “mal de
muchos, consuelo de tontos”, y como “la caridad empieza por casa” preocupémonos
de sacar la escoba y barrer hacia fuera y no esconder bajo la alfombra la
apestosa basura de la corrupción y sacudirnos de esa desgracia de saber que si
“en todas partes se cuecen habas; en el Perú solo se cuecen habas”..
Lo primero que debiéramos preguntarnos es
¿Desde cuando hay tanta corrupción en el Estado peruano? ¿Desde cuando se jodió
el Perú, como se pregunta literariamente Zavalita, el personaje de la novela de
Vargas Llosa Conversación en la Catedral.
Cuentazo no,
historia
Hurgando en la historia, especialmente en el
libro que ya nos sirve de cabecera, Historia de la Corrupción en el Perú de
Alfonso Quiroz, vemos que el Perú, como país surgido del descuartizamiento
del Tahuantinsuyo, nació deforme, con unas uñas demasiado largas y propensas a la rapiña y con un cerebro muy
reducido. El Estado peruano se inicia desde el momento en que los conquistadores,
que ya eran unos corruptos, mentirosos, desleales y haraganes, fueron
derrotados por Pedro de la Gasca, un cura de cuerpo deforme, que sabía mucho de
Maquiavelo y bajo terribles amenazas de muerte fue dejando sin aliados a
Gonzalo Pizarro y Francisco de Carbajal hasta aislarlos por completo y
llevarlos a la tumba.
Pero la derrota política no llegó al campo de
la economía. Los conquistadores se las arreglaron para tener el poder en el
estado virreinal que dejó La Gasca antes de regresar a España. Duchos con el
sable y la rapiña, los conquistadores y sus descendientes fueron arrinconando a
las autoridades civiles y religiosas venidas de España haciéndolas participar
en tratos que menguaban las tributaciones a la corona, y permitían las fortunas
e incrementos de los criollos.
Al soplar los aires independentistas y
asimilarse a la naciente era republicana, los mismos funcionarios que robaban
al rey de España, siguen siendo las máximas autoridades republicanas. Es así
como con la independencia no nace un nuevo Estado. Nace simplemente una nueva
forma de seguir robando desde el poder y con ello amasar inmensas fortunas sin
necesidad de trabajar.
Corrupción y
modernidad
Para qué trabajar si el país poseía enormes riquezas naturales y se contaba con los indígenas que
constituían el “cholo barato”. Las castas que detentan el poder en el Perú
tienen exactamente la misma mentalidad de hace 200 años. No es curioso que Aldo
M. El “intelectual” de la ultraderecha, afirme permanentemente que “los
peruanos no estábamos preparados para la independencia” insinuando que aun
debiéramos ser colonias de España.
No
es casual tampoco que hace 100 años Don Manuel González Prada afirmara que en
el Perú “donde se pone el dedo salta la pus”.
El
Estado peruano es en su naturaleza un ente corrupto. Aunque debe destacarse que
durante el fujimorismo esta corrupción llegó a los peores niveles de
envilecimiento. Cualesquiera que sean las intenciones del siguiente gobernante,
siempre quedará atrapado en esa maraña corrupta con vida propia, que fuerza los
mejores propósitos destacando una vez más que “el camino al infierno está
empedrado de buenas intenciones”. Pasa no solo con el gobierno, sino con todas
las instituciones del Estado, por ejemplo el Congreso, un verdadero nido de
ratas (con poquísimas excepciones), donde impera el juramento de “por Dios y
por la plata”.
Los tramposos
Hay
un viejo dicho “hecha la ley, hecha la trampa”, en el Perú el refrán llega a
mejores extremos: “los que hacen las trampas hacen la Ley”. Pero es que así
como funciona el sistema político que el estado representa, asimismo funciona
todo el sistema económico, con empresarios corruptos que despotrican del Estado
que realizan sus mejores negocios ganando, “por debajo de la mesa” las
licitaciones que les transfieren enormes fortunas.
Pero
no hay que desalentarse, Quiroz señala que junto con la corrupción nacieron
hombres probos que se le oponían. Hoy la cosa es más extendida, la lucha contra
la corrupción se da en un marco de lucha anticapitalista, con una juventud que
da enormes muestras de valor y desprendimiento en esta cruzada contra el
endémico mal de la corrupción. Apuntan bien los jóvenes al actuar contra el
capitalismo, verdadero causante moderno de la corrupción. Una corrupción que
afecta las relaciones humanas y sobre todo la relación de los seres humanos con
la naturaleza. Ello acrecienta nuestras esperanzas porque ya sabemos que “no
hay mal que dure cien años…” (KB)
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