Por Jimmy Calla
El debate sobre la educación y la escuela están calando hondo en el
país. Por fortuna, la sociedad empieza a ver el tema, debido a PISA y sus famosos resultados, como un
problema social y político y, también, a las instituciones educativas como lugares donde niños y jóvenes se
aburren, se rebelan, aprenden materias inservibles y se escapan para ir a pasear
en las playas, porque sienten e intuyen que sus objetivos escolares no son
claros, no reflejan las necesidades de la población y mucho menos sus
necesidades.
Pocos se refieren, sin embargo, a esa atractiva, poderosa y terriblemente
perniciosa escuela llamada televisión.
En su evolución, a la escuela le fueron apareciendo terribles enemigos relacionados
con el sistema encargado de la educación. Así en el medioevo, la educación tuvo
en la escolástica, el freno de religioso fundamentalismo. Pensar y adquirir
reflexiones propias se hizo peligroso, podía costar enfrentar al Tribunal del
Santo Oficio, Inquisición, y la vida misma.
En la actualidad son muchos quienes simplemente cierran los ojos o
silban mirando al cielo, para evitar juzgar a la televisión, convertida en
medio de desinformación que no da una batalla limpia para capturar la mente y
el destinos de los hombres, o por lo menos, confesando que su intención real
era aplastar a la escuela para sustituirla y así hacerla sumisa al sistema
neoliberal.
Ataviada con piel de cordero, la televisión aparece furtivamente apoderándose
del ambiente familiar, sosteniendo hipócritamente que sólo aspiraba a entretener
y llenar de alegría las horas vacías de la gente. Al instalarse, no en un
edificio enorme de 20 pisos –lo que sería perdonable- sino en nuestra propia
sala, en el comedor y el dormitorio de nuestros hogares, no respeta siquiera la
inviolabilidad de domicilio, garantía que seguro consagra la Constitución del
Estado. La Tv ha invadido nuestra intimidad para llegar a su objetivo
principal: tomar por asalto nuestra vida emocional para capturar nuestro
pensamiento. Y sí que lo han conseguido: la Tv sus propietarios y operadores
son responsables de lo que sucede en la escuela.
Mientras tanto, inocentes los profesores, al mismo tiempo que le iban
arrebatando la función de educar a las nuevas generaciones, seguíamos leyendo a
Decroly, John Dewy, a Makarenko, y participando o realizando sendos e
interesantes congresos pedagógicos, mientras los miembros del Consejo Nacional
de Educación todos sin excepción se hacen los idiotas aceptando que los medios
de incomunicación le metan el dedo a la boca.
La guerra que protagonizan, al menos en los últimos 40 años, de un lado los profesores con su modesta
aula, pizarra anacrónica, tiza y viejos textos enfrentando, a la pantalla
chica, la radio, prensa escrita, la modesta clase del profesor, la tiene ganada
hasta el momento la “escuela paralela”, los medios de incomunicación.
Nuestros alumnos, en su pintoresco idioma, dirían que es un triunfo por
goleada. Pero era natural que sea así, ¿qué puede hacer la garganta del
profesor, su didáctica y sus buenas intenciones contra la fuerza de la
electrónica que trasmite imágenes en colores y extraordinarios decibeles, ensuciando
y alienando la mente y los actos de los seres humanos, llegando hasta los más
lejanos confines del orbe? Y aquí testimonios irrefutables de ese triunfo:
a) Si en épocas pasada no se sabía cuál de
las dos escuelas causaba mayor impacto en la población, ahora tal dilema no
existe pues todo el mundo sabe quiénes son Cacho, Chola Chabuca, Combate, Esto
es guerra, Beto Ortiz, etcétera. A los educadores, apenas si se nos reconoce en nuestra propia casa
o en nuestra escuela.
b) Los políticos jamás han cuestionado los
medios de incomunicación, al contrario, se han adecuado, participando
activamente en esos programas y se pasean frívolamente, haciendo en la práctica causa común con ellos. A ellos
les tiemblan las manos y la voz para llamar siquiera la atención a una empresa
o programa que deseduca, aliena y enajena a toda la población, con programas
antieducativos, frívolos, morbosos y a veces grotescos.
c) Si un programa de hora estelar, decide
tocar un tema de importancia social, los conductores invitarán parcializadamente a gente adicta al
sistema y a ellos, impidiendo el juego de ideas, de miradas diferentes. A esos
medios les place invitados que hablen como ellos, que piensen como ellos y que
no rompan sus esquemas consumistas, propio del neoliberalismo imperante. Hay
que pertenecer a sus filas para tener el permiso oficial de ingresar a la mente
de todos los niños y presentarlos, en vivo y en directo; manipulandolos hacia
modelos de conducta injustos, arbitrarios y crueles en agravio de sus propios
semejantes. (RPP, por ejemplo, hace poco en uno de sus programas de
entrevistas, convirtió en héroe a un narcotraficante)
d) La escuela debiera servir para crear en
los niños una sólida conciencia histórica identificada con los valores más
profundos de nuestra nacionalidad. En los medios de incomunicación y la TV se
propaga música, costumbres y estilos de vidad ajenos a la peruanidad paralelamente
los organismos oficiales atentan contra los cursos humanistas como, Historia
del Perú, Universal, filosofía, etc
Los programas alienantes de los medios de
incomunicación, atentan permanentemente contra el texto y el espíritu de la
Constitución del Estado que ellos dicen defender, cierto es que la constitución
fujimontesinista, sirve muy poco para defender el derecho a la educación desde
el momento en que auspicia su privatización. La Tv atropella los derechos
Universales del Hombre, los derechos del Niño, pisotea el Código de Menores y
cuanta elemental norma del buen gusto y el sentido común existe. ¡Y no le pasa
nada gracias a la incomprensible y descomunal impunidad que le otorga la clase
política! Por ello, resulta hipócrita cuando se quejan de que estamos mal en
educación.
Jamás se le ha ocurrido al señor Fiscal de la
Nación, defensor legal de pueblo, a amonestar a los medios por el crimen que cometen
contra la cultura. Tampoco hay algún juez de Menores que se atreva a defender a
los niños de ese atentado
a su formación que es la Tv. Ese poder judicial no solo es cómplice de la
corrupción es también corresponsable del delito que constituye manipular la
mente de los niños para someterla
a los peores designios del neoliberalismo.
Queda entonces la labor organizada de los maestros
de base, al margen de la clase política y sus medios de incomunicación,
desarrollar proyectos e innovaciones que enfrenten esta llamada “escuela
paralela”, sobre ello abunda ejemplos esclarecedores.
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El comportamiento de los medios de comunicación, radio, TV y toda
la prensa escrita, es una constante de manipulación, noticia parcializada y de
pregoneros de editores parametrados, que juegan un rol pernicioso para
deseducar, estupidizar y desentender no solo al educando sino a toda la
población.
Mientras el docente educa, los medios de comunicación
deseducan con su frivolidez y consumismo
que lo único que conllevan es un morbo desproporcionado que tanto daño hace a
nuestra juventud. Salvo honrosas excepciones, frente a la corrupción imperante,
los medios tratan los temas de importancia social con pinzas y mucha cautela,
minimizando, silenciando y ocultando a los verdaderos culpables de la
corrupción. Ahí tenemos a RPP entrevistando últimamente a un narcotraficante para que se defienda de acusaciones
hechas públicas por protagonistas y presos de los narcoindultos, y de esa
manera limpie su imagen. Jamás se había visto tamaña desfachatez.
No hay
política de Estado en educación, la familia está divorciada de la educación, el
magisterio no se siente estimulado en la enseñanza, a los maestros se los
evalúa para sacarlos del sistema y no para promoverlos, los educandos utilizan
el recreo o descanso para confrontarse física y verbalmente, estimulados por
los talk-shows, que estimulan la confrontación en vez de la solidaridad y la
unión.
El hiperactivismo reflejado por la tecnología globalizadora,
aplasta la educación integral. Ya no se dictan cursos humanistas como, Historia
del Perú, Geografía, Psicología, Filosofía, Educación Cívica, Economía
política, etcétera. Los profesores se han convertido en cuidadores de los
educandos y en preparar papeles y más papeles, para cumplir la función
burocrática de “informar”, requerida por la superioridad.
El Estado y la sociedad civil en conjunto no asumen su
responsabilidad de educar. Por ejemplo, se debería de legalizar la exigencia de
15 alumnos por aula y no 35, como es actualmente. Los medios de comunicación deben
complementar la función
educativa, y no atosigarnos con programas alienantes, que no solo deseducan
sino que conducen hasta la delincuencia. Se debe desarrollar una campaña
nacional contra los medios de comunicación que estupidizan al educando.
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