domingo, 23 de marzo de 2014

LAS EMPRESAS NO CREAN EMPLEO



Fragmentos del artículo del economista Frederic Lordon, “Las empresas no crean empleo”,  en Le Monde Diplomatique en español Marzo 2014

El capitalismo es decir, el salariado, es una toma de rehenes de la vida misma. En una economía monetaria de trabajo dividido, no existe otra posibilidad de reproducir la vida que pasando por el dinero del salario, es decir, la obediencia al empleador. Y si no existiesen las conquistas arduamente ganadas de las instituciones de protección social, es difícil ver qué separaría la lógica profunda del trabajo capitalista de un puro y simple “avanzar o morir”.
El capital no solo  toma como rehén la vida de los individuos por separado, sino también (en un solo y mismo gesto, de hecho) su vida colectiva, aquella misma que la política toma normalmente como objeto. Esta captación tiene como principio básico el hecho de que toda la reproducción  material, individual y colectiva, actualmente ha entrado bajo la lógica de la acumulación del capital; la producción de los  bienes y servicios que reproducen la vida ahora sólo es efectuada por entidades económicas declaradas capitalistas y muy decididas a operar únicamente bajo la lógica de la mercantilización rentable. Y, como principio secundario, la capacidad de iniciativa de la que goza el capital: el capital financiero cuenta con la iniciativa de los avances monetarios que financian las iniciativas de gasto del capital industrial, gastos de inversión o de reclutamiento. Así pues, las decisiones globales del capital determinan las condiciones en las que los individuos encuentran los medios –salariales –para su reproducción. Es ese poder de iniciativa, poder de impulsión del ciclo productivo, el que confiere al capital un lugar estratégico en la estructura social global: el lugar del secuestrador, ya que el resto de la sociedad no termina de depender de sus decretos y su buena voluntad.
Las empresas crean el empleo”: este enunciado, punto neurálgico del neoliberalismo, es lo que habría que destruir para dar un primer paso hacia la salida de la toma de rehenes del capital… Las empresas no tienen ningún medio para crear por sí mismas los empleos que ofrecen: esos empleos sólo son el resultado del complimiento del movimiento de sus pedidos, los cuales, evidentemente, no dependen de ellas mismas, puesto que les vienen de fuera, es decir, de la voluntad de gastar de sus clientes, tanto particulares como otras empresas. … las empresas registran flujos de pedidos sobre los cuales solo tienen posibilidades marginales de inducción (y, en la escala global de la macroeconomía, ninguna posibilidad en absoluto), ya que esos pedidos no dependen más que de la capacidad de gasto de sus clientes, la cual, a su vez, depende de sus propias carteras de pedidos, y así sucesivamente hasta perderse en la gran interdependencia que constituye el encanto del circuito económico… Pasivas frente a esa formación de pedidos, que ellas no hacen sino registrar, las empresas no crean, pues ningún empleo, sino que simplemente convierten en empleos los pedidos de bienes y servicios que reciben o que anticipan. Allí donde la ideología patronal nos invita a ver un acto demiúrgico que lo debería todo a la potencia soberana (y benéfica) del empresario, podemos ver, menos espectacular, la mecánica totalmente heterónoma de la oferta que responde simplemente a la demanda externa… Los empresarios y las empresas no crean nada, al menos en materia de empleo, lo cual no significa que no hacen nada: compiten entre sí para captar como pueden flujos de ingresos–demanda y hacen negocio con eso.


… Pero si el empleo no es creado por las empresas, ¿quién lo crea entonces? ¿Y hacia quién deberían dirigirse nuestras atenciones? La respuesta es que el “sujeto” de la creación de empleos no debe buscarse entre las personas; en realidad, el sujeto es un no-sujeto, o más concretamente, la creación de empleos es el efecto de un proceso sin sujeto, un proceso cuyo nombre más conocido es el de la coyuntura económica… ese mecanismo social global a través del cual se forman simultáneamente ingresos, gastos globales y producción. La coyuntura es un proceso que, en cierta medida, se deja conducir. Es precisamente al objeto de esa acción a lo que llamamos política macroeconómica. Si queremos empleo, debemos interesarnos por la coyuntura, no por las empresas… la política estará mejor, es decir, se hará un poco más racional, cuando sus discursos comiencen a purgarse un poco de todas las tergiversaciones manifiestas, y claramente atadas a un punto de vista muy particular sobre la economía, y cuando se hayan desactivado los esquemas de pensamiento automático que dichas falsas alegaciones gobiernan.

1 comentario:

  1. En una economía monetaria de trabajo dividido, no existe otra posibilidad de reproducir la vida que pasando por el dinero del salario, es decir, la obediencia al empleador

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