Fragmentos
del artículo del economista Frederic Lordon, “Las empresas no crean empleo”, en Le Monde Diplomatique en español Marzo 2014
… El capitalismo es decir, el salariado, es una toma
de rehenes de la vida misma.
En una economía monetaria de trabajo dividido, no existe otra posibilidad de
reproducir la vida que pasando por el dinero del salario, es decir, la
obediencia al empleador. Y si no existiesen las conquistas arduamente ganadas
de las instituciones de protección social, es difícil ver qué separaría la
lógica profunda del trabajo capitalista de un puro y simple “avanzar o morir”.
El capital no solo toma como rehén la vida de
los individuos por separado, sino también (en un solo y mismo gesto, de hecho)
su vida colectiva, aquella misma que la política toma normalmente como objeto.
Esta captación tiene como principio básico el hecho de que toda la
reproducción material, individual y colectiva, actualmente ha entrado
bajo la lógica de la acumulación del capital; la producción de los bienes
y servicios que reproducen la vida ahora sólo es efectuada por entidades económicas
declaradas capitalistas y muy decididas a operar únicamente bajo la lógica de
la mercantilización rentable. Y, como principio secundario, la capacidad de
iniciativa de la que goza el capital: el capital financiero cuenta con la
iniciativa de los avances monetarios que financian las iniciativas de gasto del
capital industrial, gastos de inversión o de reclutamiento. Así pues, las
decisiones globales del capital determinan las condiciones en las que los
individuos encuentran los medios –salariales –para su reproducción. Es ese
poder de iniciativa, poder de impulsión del ciclo productivo, el que confiere
al capital un lugar estratégico en la estructura social global: el lugar del
secuestrador, ya que el resto de la sociedad no termina de depender de sus decretos
y su buena voluntad.
… “Las
empresas crean el empleo”:
este enunciado, punto neurálgico del neoliberalismo, es lo que habría que
destruir para dar un primer paso hacia la salida de la toma de rehenes del
capital… Las empresas no tienen ningún medio para crear por sí mismas los
empleos que ofrecen: esos empleos sólo son el resultado del complimiento del
movimiento de sus pedidos, los cuales, evidentemente, no dependen de ellas
mismas, puesto que les vienen de fuera, es decir, de la voluntad de gastar de
sus clientes, tanto particulares como otras empresas. … las empresas registran
flujos de pedidos sobre los cuales solo tienen posibilidades marginales de
inducción (y, en la escala global de la macroeconomía, ninguna posibilidad en
absoluto), ya que esos pedidos no dependen más que de la capacidad de gasto de
sus clientes, la cual, a su vez, depende de sus propias carteras de pedidos, y
así sucesivamente hasta perderse en la gran interdependencia que constituye el
encanto del circuito económico… Pasivas frente a esa formación de pedidos, que
ellas no hacen sino registrar, las empresas no crean, pues ningún empleo, sino
que simplemente convierten en empleos los pedidos de bienes y servicios que
reciben o que anticipan. Allí donde la ideología patronal nos invita a ver un
acto demiúrgico que lo debería todo a la potencia soberana (y benéfica) del
empresario, podemos ver, menos espectacular, la mecánica totalmente heterónoma
de la oferta que responde simplemente a la demanda externa… Los empresarios y
las empresas no crean nada, al menos en materia de empleo, lo cual no significa
que no hacen nada: compiten entre sí para captar como pueden flujos de
ingresos–demanda y hacen negocio con eso.
… Pero si el empleo no es creado por las empresas,
¿quién lo crea entonces? ¿Y hacia quién deberían dirigirse nuestras atenciones?
La respuesta es que el “sujeto” de la creación de empleos no debe buscarse
entre las personas; en realidad, el sujeto es un no-sujeto, o más
concretamente, la creación de empleos es el efecto de un proceso sin sujeto, un
proceso cuyo nombre más conocido es el de la coyuntura económica… ese mecanismo
social global a través del cual se forman simultáneamente ingresos, gastos
globales y producción. La coyuntura es un proceso que, en cierta medida, se
deja conducir. Es precisamente al objeto de esa acción a lo que llamamos
política macroeconómica. Si queremos empleo, debemos interesarnos por la
coyuntura, no por las empresas… la política estará mejor, es decir, se hará un
poco más racional, cuando sus discursos comiencen a purgarse un poco de todas
las tergiversaciones manifiestas, y claramente atadas a un punto de vista muy
particular sobre la economía, y cuando se hayan desactivado los esquemas de
pensamiento automático que dichas falsas alegaciones gobiernan.
En una economía monetaria de trabajo dividido, no existe otra posibilidad de reproducir la vida que pasando por el dinero del salario, es decir, la obediencia al empleador
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