Por Cabe
Esta semana dos conocidos columnistas, Aldo M
y M Lauer, han lucido el “frac” de ilusionista en el gran circo de la política
peruana. Al sacudir la varita mágica sobre el sombrero de mago de los
medios, han sacado un conejo, Javier Diez Canseco, y una rata, Alan García, y
nos quieren hacer creer que los dos personajes se parecen entre si como dos
gotas de agua. Todo porque ambos apelaron a un recurso de amparo para
protegerse del Congreso peruano.
El ilusionismo se
cae
por todas partes cuando comparamos cada caso
por separado. JDC, fue “castigado” por el Congreso, con la colaboración de los
parlamentarios “nacionalistas” digitados por la propia Nadine Heredia, por el
supuesto delito de pretender pasar una Ley que favorecía intereses económicos
de su familia. El hecho nunca fue demostrado.
Por el contrario, se pudo
demostrar que el proyecto de Ley que se intentó pasar era para beneficiar a muchos
de trabajadores estafados con el cuento de la Bolsa de Valores, en la que sus
acciones se cotizaban siempre a menor precio que las de los patrones. El que
algunos familiares de JDC se encontraran entre los
miles de trabajadores que podrían lograr un beneficio, no tendría por que
ser juzgado como delito.
Pero eso no lo entiende una
derecha cleptócrata que se place en suponer que los demás son de su condición.
El recurso de
amparo
que favoreció a JDC, ordenaba al Congreso
rectificar su condena, cosa que nunca se puso en efecto por el fallecimiento
del líder de izquierda. Debe destacarse en este punto, que JDC nunca evitó
ser investigado, nunca evitó ser confrontado públicamente y estuvo siempre presente ante los canales de Televisión que lo entrevistaron inquisitorialmente
sobre el hecho.
Fue el propio Congreso el que
obvió la investigación. Con seguridad, ninguno de los congresistas que
sancionó a Javier leyó el informe de la Comisión de Ética que lo juzgó.
No es el caso de Alan García,
que interpuso un recurso de amparo ante un poder judicial completamente
corrupto y digitado por el APRA para impedir que sus declaraciones ante la
Megacomisión que lo involucraban en hechos delictivos sean borradas y dejadas de
tomarse en cuenta. O sea como para que esta vez en el mismo circo reaparezca un cantinflesco García diciendo: “No he dicho lo que he dicho, he
dicho”.
Los columnistas “M”, el
neoliberal Aldo, despedido del diario Correo por su pésima gestión
empresarial, y el alanista Lauer, mienten, tergiversan y elaboran sofismas para juntar el barro maloliente y estiercolero de una charca de cerdos, de
donde sale García, con la arcilla reluciente con la que se elaboran obras de
arte, que es con la que estuvo modelado Diez Canseco.
Pero lo grave de
todo,
por si no se dio cuenta “cosito” es que se ha
producido un golpe de Estado en sus narices. El poder Judicial ha convertido al
Legislativo en la última rueda del coche. El precedente que ha creado el fallo favorable
a García, también abre la posibilidad de que se cualquier
Ley favorable al pueblo pudiera ser declarada improcedente por un juez de manos pegajosas.
Lo mismo podría suceder en el
caso de que un presidente, que no sería el traidor Humala, si diera una ley de
nacionalización de recursos naturales, como el oro, por ejemplo, un juez de
medio pelo, de esos con tarifa conveniente que abundan en el sistema judicial
peruano, podría emitir una resolución contra un decreto presidencial para anular
al Ejecutivo en pleno.
Quedamos advertidos de cómo
funciona la lucha de clases en el Perú.
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