El
Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradiciones
de clase no pueden, objetivamente,
conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las
contradicciones de clase son irreconciliables.
En
torno a este punto importantísimo y cardinal comienza precisamente la
tergiversación del marxismo…
Lenin (El Estado y la revolución)
En los últimos años, tras la caída del muro
de Berlín, y el derrumbamiento de algunas estatuas de Lenin, muchos de sus
antiguos fans, esos que daban la vida por un “leninismo” inventado por el
estalinismo para definir lo que era “políticamente correcto”, hoy están
convertidos en sus acérrimos enemigos. Un odio que crece conforme sus paladares
se acercan a las hueveras del esturión.
Las críticas de estos nuevos “correctos”
hoy disparan contra todo lo que desarrolló Lenin, desde su teoría de la
organización, el centralismo democrático al que le cargan la responsabilidad de
haber generado el estalinismo, su “precipitación para saltar etapas
contraviniendo las “condiciones objetivas”, su supuesto estatismo.
¿Cómo? Si pues, ahora acusan a
Lenin de estatista.
Bien se dice que la ignorancia
es atrevida… perdónalos Señor porque no saben lo que hacen.
Pero hay quienes hoy se hacen
los cacasenos después de haber estudiado y pontificado acerca de un leninismo
al que se adherían de rodillas incondicionalmente: ¿estos… también merecen el perdón?
Una reciente nota del
historiador Antonio Zapata (La República 23 de abril 2014), exmilitante de la
Liga Comunista Revolucionaria, luego “udepista”, luego fundador del PRT, luego
del PUM, del PS e imaginamos que hoy chaporrotea por el Frente Amplio… ¡uf! cuantos
saltos curriculares, pinta a un Lenin campeón del oportunismo, un caudillo, un
dictador criminal, un partidario del estatismo, una doctrina socialdemócrata opuesta
y adversaria del socialismo por el que el líder bolchevique vivió y luchó hasta
la muerte.
El empeño de Zapata por
demostrar que Lenin era un pragmático oportunista en vez de un líder dialéctico
le hace decir que Lenin «No se aferró a
una línea, sino que fue muy flexible, con tal de conservar férreamente el
control del Estado. En ocasiones viró a la derecha, concediendo derechos al
mercado y a la propiedad privada, como por ejemplo cuando estableció la Nueva
Política Económica, llamada NEP». (Las cursivas no son del original).
Luego, como para meter en un mismo saco a contumaces
socialdemócratas que, cuando candidatos, se proponen como grandes
trasformadores hasta que llegan al poder Zapata trae a colación un tema
preferido por la derecha para desprestigiar a los bolcheviques en el poder. El
caso de Kronstadt, una rebelión manipulada por los anarquistas que arrastró, en
1921, a un sector de marineros a enfrentar militarmente al gobierno socialista.
Sin una amplia información de los acontecimientos, cualquier ingenuo puede
llegar a la conclusión de que los bolcheviques en tiempos de Lenin y Trotsky no
se diferenciaban de cualquier otro gobierno burgués que, por detentar el poder,
baña en sangre a sus opositores hasta liquidarlos.
80 años después de los acontecimientos y sin
analizar el contexto y desde la comodidad de un escritorio es fácil decir lo
que debió ser. Pero, para los bolcheviques, que apenas se sacudían de una costosa
guerra civil, la revuelta en la Isla de Kronstadt, ponía a prueba los intereses
históricos de un proletariado que casi no existía y era sustituido por los
bolcheviques en el poder. Alguna vez Zapata, cuando jugaba a revolucionario
debió leer con seguridad lo que Trotsky escribió al respecto. Hoy desde una
ubicación pequeño burguesa gratificada por el fujimorismo implantado en los 90
y que sigue vigente hoy bajo el comandante Humala, el historiador ya no teme
meterse en el mismo saco que a lo largo de los últimos ha juntad a todos los
reaccionarios que han enfocado el tema de la misma manera en que él hoy lo ha trae
a colación.
Siguiendo la lógica de la historiografía burguesa
que ve en el individuo la razón de los cambios a través del tiempo, Zapata describe
un líder en línea directa con el oportunismo que significa justificar los
medios para llegar al poder y luego defenderlo a toda costa: “Lo que impresiona de Lenin, dice
Zapata, es su capacidad para haber tomado
el poder desafiando las condiciones objetivas. Lo suyo fue el triunfo máximo de
la voluntad. Cuando comenzó, sus partidarios eran un puñado, pero quince años
después, había derrocado al zar y alcanzado el gobierno de la nación más
extensa del planeta. Además, transformó la sociedad y economía de un modo
radical, estableciendo un Estado de nuevo tipo sólidamente en control del
partido comunista”.
Para nuestro historiador, que algunas veces pasa por “marxista”, la
revolución rusa fue el triunfo máximo de
la voluntad de Lenin. Zapata “olvida” lo fundamental para el análisis de la
historia de acuerdo a Marx cuando en el 18 Brumario de Luis Bonaparte señala,
en respuesta a Proudhon y a Víctor Hugo, quienes en lugar de historia de los
hechos hacen apología sobre el autor del golpe de Estado en Francia en 1851,
destaca “Yo, por el contrario, demuestro cómo la lucha de
clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a
un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”. (Negritas
y cursivas nuestras). Son, pues, las circunstancias y condiciones creadas por
la lucha de clases las que posibilitaron a los bolcheviques tomar el poder.
Esto es tan cierto que, siendo la de octubre una continuación de la revolución
de febrero, cuando se produjo la caída del zar, Lenin se encontraba en Zurich y
Trotsky en Nueva York, ambos se enteraron de esta revolución a través de los
medios, lo que equivale a señalar que lejos de desafiar las condiciones
objetivas, Lenin las tomó tan en cuenta que fue esa y no otra la razón por la
que cambia la estrategia del partido y se lanza la consigna de ¡Todo el poder
para los soviets!
¿Era Lenin un irreductible estatista? ¿Es el
marxismo una doctrina estatista?
De acuerdo a Zapata, «con tal de
conservar férreamente el control del Estado. (Lenin) En ocasiones viró a la derecha, concediendo derechos al mercado y a la
propiedad privada, como por ejemplo cuando estableció la Nueva Política
Económica, llamada NEP»
A dos meses de la revolución socialista,
en Agosto de 1917, Lenin termina su libro El Estado y la revolución,
polemizando precisamente contra los reformistas de todo tipo que pretenden que
el Estado aun no ha ahogado su función de arbitro por encima de la lucha de
clases. Citando repetidamente El origen de la familia, la propiedad privada y
el Estado, de Federico Engels, Lenin desmenuza el cuento de que el Estado está
por encima de la sociedad, mucho menos que su objeto es conciliar a las clases
en pugna.
«Según
Marx, señala Lenin, el Estado es un órgano de dominación
de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la
creación del "orden" que legaliza y afianza esta opresión,
amortiguando los choques entre las clases». Siguiendo esa línea de pensamiento, el líder ruso concluye que la revolución rusa debe considerar en primer lugar la liquidación del Estado burgués, pero no para arribar a un Estado de nuevo tipo
sólidamente en control del partido comunista. Como sostiene
Zapata. Por el contrario, ya en el poder, Lenin polemiza especialmente con
Trotsky, respecto al papel de los sindicatos en el Estado de transición surgido de la revolución de Octubre. Para Lenin, los aparatos sociales, sindicatos por
ejemplo deben mantenerse independientes para poder enfrentar al Estado si este
tuerce su rol de transición y se
convierte en un aparato de poder permanente, que significara el dominio de una
nueva clase.
Que la revolución constituyó un Estado, no se puede negar. Al
comienzo fue indispensable, Rusia estaba en guerra acosada por las potencias
imperialistas que deseaban derrocar al gobierno de los trabajadores y debía mantener una dirección única y absoluta.
Porque, para decirlo en palabras de San Ignacio de Loyola «En una fortaleza
asediada, toda disidencia es traición».
Al terminar la
guerra civil, la destrucción de numerosas industrias, la
dependencia de éstas al capital extranjero, la escasez de alimentos, el retraimiento de la producción agrícola por parte de un campesinado forzado bajo la
economía de guerra a entregar sus productos, la desaparición de casi un 50% de la clase obrera por la falta de industrias, cambió las condiciones, generó nuevas protestas,
exigencias imposibles de satisfacer de manera inmediata, por eso la sublevación del Kronstadt en la que perecieron alrededor de 600 rebeldes
quedando heridos más de un millar y 2,500 prisioneros. Pero, los
“vencedores” bolcheviques tuvieron alrededor de 10,000 bajas, una desproporción que revela la enconada resistencia, capacidad de fuego y decisión
para defender posiciones políticas de los rebeldes que fueron finalmente
atendidas por los bolcheviques quienes a raíz de ese
acontecimiento debieron hacer notorias concesiones que pusieron fin al
comunismo de guerra y dieron paso a la NEP.
Para Lenin, la NEP
que abría media puerta a las leyes del mercado y a la
revalorización de la moneda, debía cumplir una función transitoria, esto es, posibilitar mediante los impuestos una
acumulación de masa monetaria la misma que en el capitalismo
sirve para que los capitalistas se enriquezcan. La NEP atiza la desconfianza y
los fuegos anarquistas que, una vez más, esta vez en
Ucrania producen una rebelión acaudillada por Néstor Majnó. Lenin
responde teóricamente a estos levantamientos con su libro La enfermedad infantil
del izquierdismo en el comunismo.
A mediados de 1921, empeora la salud de Lenin, que aun llevaba alojada
en el cuello una bala del atentado perpetrado el 30 de agosto de 1918 por Fanya
Kaplan. Luego de una operación, a principios de 1922, el 25 de mayo sufre un
primer infarto cerebral que lo deja paralizado. Para septiembre del mismo año,
su empeño por recuperarse lo devolvió a la vida política, dando de inmediato un
nuevo brillo al “pequeño Sovnarkom”. El Sovnarkom era el nombre del Consejo de
ministros, y el “pequeño” era un órgano más ejecutivo aun y era compuesto por
Lenin, Kamenev y Trotsky, a la sazón los hombres de mayor confianza de Lenin.
De acuerdo a sus documentos, Lenin centra sus preocupaciones en la
administración del Estado y concluye que la Unión Soviética está gobernada por
un Estado obrero deformado y propone medidas para una reforma en profundidad al
mismo tiempo que pone énfasis en la instrucción pública conviniendo que el
enorme analfabetismo e incultura del pueblo ruso era un obstáculo para el
avance de la revolución. Entre las medidas más drásticas estuvieron la
expulsión del partido y del Estado un alto porcentaje de sus miembros.
Para acentuar la reforma del Estado que involucraba no solo la
expulsión de funcionarios corruptos sino la incorporación de los soviets y del
pueblo en las decisiones del gobierno, Lenin encarga a Trotsky defender sus
posiciones en el Congreso del III Congreso Soviético, cosa que este hizo
débilmente debido a acuerdos previos con Sinoviev y Kamenev que con Stalin
habían montado un triunvirato clandestino dispuesto a tomar el poder. Poco
antes de sufrir el segundo ataque, Lenin modifica una vez mas su
caracterización del gobierno soviético al que esta vez califica de Estado
obrero degenerado.
Al morir Lenin, el 21 de enero de 1924, el triunvirato se hizo público
asumiendo las riendas del poder contrariando el Testamento de Lenin, que
proponía retirar a Stalin de la secretaría general del partido y cortar su
influencia en el Estado soviético. De inmediato, para fortalecer su poder ante
la constitución de una oposición de izquierda encabezada por Trotsky, Stalin
convoca a una incorporación masiva de militantes en el partido, la llamada
“promoción Lenin”, que sirve para consolidar el poder y abrir de par en par las
puertas a la burocracia que arrebata definitivamente el poder a los
trabajadores. El resto es ya parte de otra historia.
Lo importante en
todo esto es que por encima de historiadores como Zapata, y otros de la
izquierda democrático popular que hoy luchan por la gobernabilidad y
buen funcionamiento del Estado ¡burgués!, es hacer frente
a la calumniosa campaña emprendida contra Lenin.
En El Estado y la revolución, Lenin
de entrada en el primer capítulo cita:
"El Estado —dice Engels,
resumiendo su análisis histórico— no es, en modo alguno, un Poder impuesto
desde fuera a la sociedad; ni es tampoco 'la realidad de la idea moral', 'la
imagen y la realidad de la razón', como afirma Hegel. El Estado es, más bien,
un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es
la confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una
contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que
ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases
con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a
la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un Poder situado,
aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a
mantenerlo dentro de los límites del 'orden'. Y este Poder, que brota de la
sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más
de ella, es el Estado" (págs. 177 y 178 de la sexta edición alemana).
Los intelectuales
que hoy se agrupan en el Frente Amplio, como se ve, no han inventado nada nuevo
cuando hablan de gobernabilidad, de cambio, de grandes transformaciones, de
equidad, de democracia y palabras muy conmovedoras… pero que ya no dicen nada
respecto a lo crucial para el cambio. Siendo el Estado un organismo para la
opresión de los trabajadores y el pueblo en general,
mujeres hombres, niños, ancianos, deshabilitados, con
diversidad sexual, no es posible la democracia y la equidad en el reparto del
PBI, si no se destruye al Estado burgués. No puede haber trabajo pleno,
salarios justos y producción para el bienestar de todos, sin que se
ponga fin a la propiedad privada de los medios de producción.
En la república democrática —vuelve
Lenin a citar a Engels— "la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero
de un modo tanto más seguro", y lo ejerce, en primer lugar, mediante la
"corrupción directa de los funcionarios" (Norteamérica), y, en
segundo lugar, mediante la "alianza del gobierno con la Bolsa" (Francia
y Norteamérica).
Lo que significa
que desde hace mas de 150 años ya se estudiaba el origen de la
corrupción y se acertaba cuando Marx y Engels afirmaban en
que estaba en la naturaleza misma del Estado burgués. Prosigue Lenin,
intentando desenmascarar las elecciones o el llamado “sufragio universal” que
huachafosamente en el Perú se califica como la fiesta de la
democracia:
Hay que advertir, además, que Engels, con la mayor
precisión, llama al sufragio universal arma de dominación de la burguesía.
El sufragio universal, dice Engels, sacando evidentemente las enseñanzas de la
larga experiencia de la socialdemocracia alemana, es "el índice que sirve para
medir la madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será nunca más, en
el Estado actual".
Los demócratas pequeñoburgueses, por el estilo de
nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, y sus hermanos carnales, todos
los socialchovinistas y oportunistas de la Europa occidental, esperan, en
efecto, "más" del sufragio universal.
Como caen al pelo estas citas
que Lenin aporta en su libro “El Estado y la revolución”. Son tan actuales que parecen
haber sido escritas para “nuestra” izquierda. Una izquierda que se está
mostrando incompetente de mil maneras, ya sea al frente de una región como
Gregorio Santos en Cajamarca, donde luego de las movilizaciones contra Conga ya
no tiene nada que contar por lo que le está abriendo el paso para que
fujimontesinistas, como Absalón Vásquez, lo sucedan, para jolgorio de las corporaciones mineras. En el
caso de Lima, se dice que la alcaldesa está siendo calumniada cuando se le
acusa que no hace obras y que todo sucede porque la pobrecita no ha sabido
publicitarse bien. No es así. Las ,obras de la alcaldesa han tenido una continuidad neoliberal,
contratando a las mismas empresas de Castañeda y rehusándose a
hacer obras directamente con la población en vez de con contratistas que
son quienes “se la llevan”. Esta imagen es la que hace que parezca una más.
Raúl Wiener se pregunta “¿Qué hay con
el Frente Amplio?” y a continuación elabora una detallada lista de cosas que
esa entidad debiera hacer de cara a las elecciones de 2016, como convocar al
supuesto 30% de electores fieles a la izquierda y a los que no se les
representa ni, mucho menos, se convoca o se organiza. Ni siquiera para llevar a
cabo su programa reformista… ¿Será que ya el pueblo no cree en más de lo
mismo? Pero destaquemos que estamos hablando del bloque democrático
popular de la izquierda.
En el otro lado, el bloque
socialista, desafortunadamente también se encuentra paralizado, ganado por el
activismo pragmático o por la atomización. Estas dos piedras en el camino deben
ser levantadas para que esta izquierda inicie la construcción de una
organización revolucionaria que se dirija a la toma del poder y la construcción
del socialismo.
Lenin, quien de estar vivo sería a la fecha sería un polemista tenaz contra los del
bloque democrático
popular, pone énfasis
una vez más en el
objetivo final del socialismo: la desaparición de todo tipo de Estado. Una vez más cita a Engel para reafirmar sus objetivos hoy
tergiversados por historiadores como Zapata:
Ahora nos acercamos con paso veloz
a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases
no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo
directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan
inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases,
desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo
nuevo la producción sobre la base de una asociación libre e igual de
productores, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha
de corresponder: al museo de antiguedades, junto a la rueca y el hacha de
bronce".
¿Quedará claro, que tanto para Lenin como para los socialistas de hoy el
estatismo y el socialismo se juntan como el agua y el aceite?
La sociedad del futuro,
sin Estado que la controle y reprima, será un modo de
producción basado en la asociación libre e
igualitaria de productores. Esa es la lucha de hoy y el objetivo del mañana.
En un mes que a la
fecha termina y que recuerda el nacimiento de este gran dirigente de los
trabajadores y que lo recordamos por sus grandes virtudes como obstinado
trabajador por la causa de los pueblos, pero también como un ser
humano como nosotros que cometió defectos, porque solo no se equivoca
quien no hace nada, va para Lenin nuestro más sentido homenaje
y reconocimiento. Gloria eterna a su memoria.
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