Escribe: Manuel Cunza Garcia
Es el triste papel de un convencido fujimorista
que, fiel a su esencia política, se prestó al sucio juego de su jerarca y
correligionarios que en la práctica se burlaron del deseo, tal vez sano, de él como candidato a la
presidencia de Peruvian Parade Inc. Nos referimos al Dr. Julio Zelaya quien en
las justas electorales del 15 de diciembre pasado fue lanzado con bombos y
platillos, incluídas
conferencia de prensa y debate, pero al verse anticipadamente derrotados, sus cófrades salieron como
perros que huyen al escuchar el retumbar de una avellana (al decir de mi
tierra).
A pesar de que en el Comité electoral se le quiso
dar un manito, su fracaso fue inevitable, y lo afrontó solo, durante todo el día, sin que un
solo fujimorista lo acompañe, ni siquiera su personero.
Como todo buen serrano (con cariño), terco y
seguro de sí mismo, estuvo solo las 9 horas que duró el proceso electoral, solo frente a la
mirada fría de cientos de electores, poniendo el pecho descubierto, que en
realidad denunciaba la cobardía de quienes huyeron, tal vez al no poder manejar
una derrota cantada. Como es de notar, la plata no es todo, tampoco la alharaca
amenazante. Esos no son factores que logran triunfos electorales, pues solo
demuestran la descomposición moral e ideológica de algunos potentados que creen
poder comprar conciencias. El Dr. Julio Zelaya, se la jugó solo, demostrando a
aquellos que se esconden, que la política es para hombres de convicción, no es
para fujimoristas mercantilistas que le ponen precio hasta a la conciencia que,
en esta ocasión fue rebelde como los que venimos de nuestros Andes.
No trato de ensalzar a Julio Zelaya político y
fujimorista por desgracia. Trato solo de reconocer la entereza de un
codepartamentano ancashino, que siente como suyo, lo bueno y lo malo de una
política de explotación y sanguinario accionar, que ni los millones que poseen
podrá fosilizarlo, no elogio al hombre equivocado y ahora traicionado, elogio
al convencido que con coraje no común se
enfrentó,
primero a los que corrieron de su lado y luego al ánfora, en el que sintió
todo, pero con mística de valor coronguino.
No conozco la mezquindad, no gozo por la derrota
de un paisa, aun cuando Julio pretendió negarme, sin poderlo, la autoría de la
fundación de la Asociación Ancash, politizándola con miras a este evento
electoral. No me interesa su equivocación de la que él es dueño absoluto porque cada uno es
dueño de su destino, pero la sucia manipulación lo empujó incluso a la ofensa gratuita a su
contrincante (y que logro), que como él es dueño de otra posición, que al
parecer, no es otra, sino la misma, en manejos turbios de la política.
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