martes, 25 de febrero de 2014

A TRAVÉS DE MI VENTANA

Escribe: Manuel Cunza García
Hoy, una mañana blanca, hay una nube blanca que cubre inclemente el espacio de los hombres. La blancura que cuelga de lo infinito oscurece la atmosfera, tendiendo paulatinamente una sabana blanca para el paso del peatón que, en lugar del gozo, sufre cada paso que el camino le permite. Estoy, en el cuarto piso de un edificio estatal, para quienes nos alineamos para el más allá. Un par de amplias ventanas me regalan la visión de afuera, poniendo ante mis ojos una danza misteriosa de grandes copos de nieve, que engrosan la sabana húmeda del invierno inclemente.
La hora avanza, 8:00 pm. Hasta las cuatro de la madrugada de un trece de febrero; no hay transeúntes en la única avenida que desde mi ventana se avista; no hay un alma que se atreva a desafiar la temperatura gélida, ahí donde transitar es triunfo del hombre sobre la naturaleza; ahí abajo del cuarto piso donde esta mi ventana; observo incrédulo, la total cobertura blanca de vehículos que solo muestran la silueta de un auto, cuyo dueño debe ser algún morador de este inmueble, desde donde casi nadie se muda, mas bien se despide para partir, Dios sabe a donde.
La inmaculada BLANCURA NATURAL del suelo, me lleva al recuerdo nostálgico de mi suelo andino de blancas cordilleras pretendiendo rasgar al cielo ancashino. Vivo por instantes, entre los andes peruanos en el blanco suelo invernal americano. Allá, los cóndores vuelan sobre la blancura perpetua, acá el obligatorio trajín sobre la nieve de quienes buscan el pan del día y para mañana. De pronto, una maquina motorizada, intenta la titánica labor de acometer contra la nieve, en procura de una senda en la vereda, que nos permita ir de aquí hacia allá o al contrario, igual, una pala mecánica, para el paso de vehículos que aun cargan la nieve sobre sus espaldas.
Las seis de la mañana, aun sigue cayendo finísimas partículas de nieve, aparece un valiente moreno con una pala sobre sus hombros, ofreciendo su esfuerzo para despejar la espesa nieve de la vereda de un casero o inquilino. Algunos dólares caen al bolsillo de quien sufre con valentía la inclemencia del invierno impredecible y cruel. En el parking del edificio, las canas blancas de hombres y mujeres, se enfrascan en una lucha desigual, para rescatar un automóvil que quedó oculto bajo la nieve. Durante las ocho horas de la noche, soportaron el suave golpe de la naturaleza que quiso vestir de blanco, lo que es negro, rojo o azul y cualquier color de nuestra caja de transportación.
Las horas del día no se detienen. La tarde oscurece temprano y muere cuando llega la noche, las agencias de predicción meteorológica, anuncian nuevas caídas de nieve, pronosticando incluso el volumen de acumulación que al llegar el día del amor y la amistad, la alfombra en las CALLES ES BLANCA QUE BRILLA CON MAS INTENSIDAD AL RECIBIR LOS RAYOS del astro rey, muestran lo pequeño que somos frente al gigante e impredecible de la naturaleza. Las palas mecánicas cesan sus motores; los hombres con palas manuales, muestran gotas agridulces en la frente, dando por terminado su labor del dia invernal, dejando angostos pasadizos en las veredas, que se asemejan a la rotura de una sabana blanca, tendida a lo LARGO Y ANCHO DE LA CIUDAD.

Así, veo nuevamente el caminante transitar por la fría calle, sorteando temerario el paso vehicular que va y viene en constante correr, para ganar el tiempo que ayer perdió. Parece que la blanca furia se aquieta; brilla aun más el sol. Creando la alegre sonrisa de los niños que, con gorros, guantes, botas y abrigos ruedan en los parques su inocente y frágil cuerpo. Así, queda la ciudad, tranquila con la quietud del blanco suelo, cuya paz, tal vez sea duradera, hasta EL TRECE DE FEBRERO del año 2014. Mientras tanto dejo caer la persiana de mi ventana, dejando allá abajo el frio y la blancura de un invierno no común de los últimos 20 años.
El sol brilla desafiante, clavando sus rayos solares, sobre la fría y blanca alfombra que no resiste, de donde fluye una cinta liquida, corriendo en la búsqueda de un cause hacia una alcantarilla; mientras que en el espacio cerca al piso, una gaviota vuela gozosa, llegando entre sus alas, el viento frio que endúrese mas aun las aguas que drenan bajo la blanca nieve. Por fin, la luz de un par de faros vehiculares, que alumbran el camino de un valiente piloto, que parece atentar contra la blanca alfombra, que es dueña total del suelo que la blancura ha invadido.
Casi oculto, bajo el manto de nieve, un hombre moreno a quien sigue un indocumentado o un árabe con la testa cubierta, se esfuerzan por romper el cerco de la blanca dureza, trazando el primer caminito, como muestra que por ahí se arrastra una vereda. Aquí, allá en la otra acera, en titánica lucha, un moreno igual que una dama, luchan por rescatar su modelo 2010 de un Toyota o un Malibu de Chevrolet, que ayer nomás se estacionaron, en la puerta de sus recintos. NO importa si un niño espera ser llevado a la escuela, o un amigo espera su movilidad (ray), para llegar a tiempo, al centro de su actividad económica.
Acá como allá, es ya de mañana, ya se cruzan palabras entre transeúntes. Unos dicen: que esta blancura no se daba en mas de quince años pasados, una voz ronca alude a la autoridad que no previó este golpe de la naturaleza, aun cuando se dijo (pronosticó) que llegaría este paño blanco, cuando el mundo duerme, con el cansancio del día salarial… Él sigue su marcha y nuevamente por la tarde, la invernal tormenta golpea inclemente, a quien osa desafiarla, con una gorra, el abrigo , con las botas o la dura pala, que hunde el hombre en el suave y gélido vientre de la tormenta que se repetirá mañana.
Claro, hoy es el mañana de ayer, hoy veremos impotentes, yo desde mi ventana del cuarto piso del edificio para envejecientes y otros allá abajo, la oscura blancura de la nieve, que cuelga del infinito. Tal vez no habrá más mañanas blancas, tal vez será el final de una fría lucha, que se quedará en el recuerdo hasta mañana que será largo, como los días y noches que quedaron en la sepultura fría de un crudísimo invierno. Mañana, saldrá el sol, brillará triunfal allá arriba, mandará sus rayos sobre los rebeldes restos de ese invierno, que solo quedará en la retina del hombre que usó la pala, en el chofer que esparció la sal, en los niños que mañana serán grandes, los que ya no jugarán con la suave nieve hecha bala en sus inocentes manos.

Esta nota no es una
Inspiración, es solo una
Narración a través de mí

Ventana.

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