martes, 25 de febrero de 2014

DON QUIJOTE:

EL COMBATIENTE POR UN MUNDO MÁS HUMANO
POR NICOLE SCHUSTER

Cuando el libro fue publicado por primera vez, fue interpretado por el público como una parodia de los valores caballerescos. Los analistas contemporáneos se centraban principalmente en el lado humorístico de la obra, que deriva de las situaciones grotescas en que el Quijote “iluminado” se encuentra inmerso. Se pensaba que Cervantes quería denunciar el carácter mistificador de las novelas de caballería de la época y de los valores exhibidos en ellas, que no correspondían a los usos y costumbres de la clase de hidalgos. Más bien, ésta era considerada como decadente y ociosa.
Para los hermanos Friedrich y August Wilhelm Schlegel, los presuntos fundadores del Romanticismo quienes abrieron el mundo de los estudios modernos cervantinos, Don Quijote era “la obra maestra del elevado arte romántico”. Los románticos alemanes veían en ella la apología de los verdaderos valores caballerescos y la crítica al ideal ficticio de la caballería libresca. En esa óptica, el Quijote aparecía como el símbolo del hombre que lucha solo por el triunfo del espíritu, la abolición de la opresión y la injusticia(1). Los Románticos revelaron la complejidad y la variedad de enfoques desde los cuales la obra de Cervantes podía ser leída, ya que éste trabajó en distintos frentes y niveles de abstracción(2).
A partir de allí, la riqueza de la obra de Cervantes dio lugar a diversas lecturas (filosóficas, históricas, sociológicas, etc.) entre las cuales destaca aquella de Nabokov, que puso de relieve la importancia del trasfondo social en la novela de Cervantes(3).

En un momento de transición de un modo de producción a otro, Don Quijote encarna la valerosa tentativa utópica de (re)introducir un ideal de valores más humano afianzado en principios como el deber, el honor, el sentido de la responsabilidad, la valentía, el coraje, la justicia, la lealtad en el amor y las amistades, y el respecto de los acuerdos pactados(4). Por su parte, su entorno y escudero simbolizan el “sentido común” y la tendencia a aceptar el proceso de degradación de las relaciones comunitarias. Lo que lleva a afirmar que, al tomar la iniciativa, bajo la pluma de Cervantes, de emprender una cruzada para restablecer el ethos caballeresco, Don Quijote se convierte en un insurrecto que lidia, en solitario, contra el nuevo marco referencial societal que va instaurándose. Estamos hablando de esta época que fue denominada por primera vez en el siglo XVI por el pintor y escultor Vasari como “Renascità” (o sea “Renacimiento”), término al que los historiadores Jules Michelet y Jacob Burckhardt darán, en el siglo XIX, una interpretación más amplia que los humanistas(5). Ya a inicios del Renacimiento, la estructura de la sociedad jerarquizada en categorías socio-profesionales, que había sucedido al orden “tripartita”(6) sustentado en las funciones sacerdotal, marcial y agrícola(7), empezaba a su vez a evidenciar brechas. La emergencia de un sistema económico mercantil hacía un tanto más factible el traspaso de los rígidos límites que el modo de producción anterior había fijado entre los grupos socio-profesionales. En ese sentido, se puede afirmar que Sancho Panza es la ilustración perfecta del salto de una clase a otra que un plebeyo emprendedor y astuto logrará dar ocasionalmente, lo cual era impensable en el modelo de sociedad que había imperado antes de que el capital iniciara el proceso de transformación en los sectores productivos y económicos.
Es evidente que esas mutaciones se reflejaban en la mentalidad y el quehacer diario de la gente. Los valores que habían servido de marco de referencia durante siglos se disipaban, en tanto se establecía un nuevo tipo de relaciones entre los países, las compañías privadas, y los individuos, basado en la mercantilización de todos los aspectos de la vida. Masas humanas resultaron catapultadas de un mundo feudal, que se asentaba en formas de producción principalmente agrícolas, hacia el universo hostil y explotador de las manufacturas. Mientras sagaces aventureros buscaban fortuna en las colonias, muchos de los que sufrían las incertidumbres del nuevo sistema económico y no podían adaptarse aumentaban las filas de los desposeídos. Se propagaba la melancolía, es decir la depresión, que la iglesia asimilaba a la locura. El fenómeno llevó a que se institucionalizara la política de recluir a los “dementes”. Erraban igualmente a lo largo de los ríos de la Europa occidental naves de locos “en búsqueda de su razón”(8), a las que ninguna ciudad dejaba echar anclas, pues las autoridades ediles no querían atormentar a sus habitantes con esos seres dizque “poseídos por el diablo”. Siempre apegada a su praxis milenaria de secundar a las clases en el poder contra el interés de la mayoría de la población, la Iglesia brindaba su apoyo a la nueva clase de burgueses y perseguía a los “heréticos(9). En esas circunstancias es fácil imaginar que toda persona que iba en contra del orden de la sociedad podía ser declarada “herética”, “loca”, y terminar abandonada en las mazmorras destinadas a los que no sirven al sistema.

España no quedaba ajena a este proceso de mutación. La acción de la Inquisición era devastadora para la población. Se perseguía a todos los oponentes al pensamiento retrógrado de la Iglesia católica y, como lo mencionamos, a los que no se conformaban a las normas dictadas por los representantes del sistema(10). Un profundo malestar se hacía sentir entre la población, que la derrota de la “Armada Invencible” el 8 de Agosto 1588 por Gran Bretaña reforzó. Cervantes fue desde luego profundamente marcado por este fatídico acontecimiento, ya que, en su calidad de comisario real de abastos para la Armada Invencible(11), sus afinidades con ella eran innegables. Por otro lado, la lucha de poder, que llevaba a España a participar constantemente en violentos conflictos armados de fuerte connotación religiosa, y la guerra de corso que Inglaterra le libraba, contribuían a que sus cajas del tesoro público español se vaciaran pese al saqueo orgíastico que este país llevaba a cabo en el Nuevo Mundo.
La puesta en escena de un personaje como Don Quijote, cuya misión es rescatar lo noble en el hombre y redefinir el rol de éste en la sociedad y para con ella, parece entonces proceder directamente del clima de desaliento que reinaba en ese momento preciso de la historia del país(12). Considerando esta atmósfera de desmoralización, la actitud optimista de Don Quijote y su inefable esperanza en el hombre asombran, particularmente si se piensa en las duras batallas que libra y en los numerosos sinsabores que recibió. Además, el enemigo contra el cual Quijote arremete es de envergadura: estamos hablando del capital. Es efectivamente inevitable establecer una analogía entre el enemigo de Quijote y la emergencia del capital si partimos del punto de vista de que Don Quijote buscaba restablecer valores que chocaban con el régimen económico que se instauraba, o sea el mercantilismo. En este sentido, el relato metafórico del asalto de Quijote a los molinos podría ser entendido como una alegoría de su lucha contra las apropiaciones monopolísticas de las estructuras comunitarias y de los recursos naturales, como el agua y el viento, por parte de la nueva clase, la burguesía(13). Es de ese modo también que se podría interpretar el episodio – otro descalabro – en que Don Quijote acomete solo contra dos rebaños de ovejas al confundirlos con dos ejércitos de soldados(14).
El combate de Quijote le hizo entender que peleaba en solitario contra el capital y que éste dispone de una Armada de aduladores, de encantadores(15) mediocres que lo defienden, sin que estén conscientes de que su proselitismo beligerante sirve directamente al capital. Están persuadidos que lidian contra los quijotes en nombre propio. Por ejemplo, cuando el entorno de Don Quijote se burla de él y trata de impedir que éste realice su proyecto, ignora que actúa de esa manera porque defiende el sistema imperante. Y, en ese contexto, la figura del cura que lo persigue para apartarlo de su misión no es neutra, ya que la Iglesia es el símbolo por excelencia de las instituciones del sistema. Esta situación de enajenación se debe a que el capital construye su imperio seduciendo de forma subrepticia a sus hordas de soldados. Les hace creer que el pueblo vive en un mundo en que predominan principios como la libertad, la igualdad de oportunidades, y que cada uno es generosamente invitado a participar en la carrera hacia la felicidad, la riqueza. Para evitar todo desbordamiento social en caso de que algunos puedan sentirse excluidos del maná del capital, se advierte a la población que la prosperidad y el bienestar material se alcanzan exclusivamente a costas de intensos esfuerzos personales. Del mismo modo, es necesario para “realizarse”, mantenerse en un estado de competencia permanente con su próximo sin temer a renunciar a todas normas éticas con tal de realizar su sueño.
Desgraciadamente, el acatamiento a esos imperativos se traduce en la realidad por condiciones de vida que distan de ser las que el capital promueve. Lo perverso de este proceso de “encantamiento” es que, al conducirse de esa forma, al buscar “realizarse”, los individuos piensan actuar por decisión propia dado que imaginan ser sujetos “libres”, mientras son, en realidad, instrumentos de un sistema que les aliena. Es decir, si fracasan, se atribuyen automáticamente la culpa, sometiéndose de esa manera a las leyes del individualismo que enseña el capital, según las cuales cada uno es responsable de su propio destino.
Es, en un cierto modo, la imagen que deja Don Quijote al final del libro. Lo encontramos reconvertido en Alonso Quijano y fulminado por la depresión. Sus agotadoras luchas y derrotas lo apartaron de su designio. Habiendo reflexionado sobre su proyecto que piensa arruinado, se responsabiliza por los desengaños que ha sufrido y que hizo padecer a su entorno. Está convencido de que ya no pertenece a este mundo(16), que ha fallado en su intento de (re)instaurar el mundo encantador que el universo libresco le había abierto. En su opinión, no ha podido hacer predominar sus principios sobre los valores del orden burgués emergente, por lo que está listo para entregarse, desde su lecho, a la muerte.

Si examinamos el capital a la luz de lo que se puede leer como la lucha de Don Quijote contra el capital emergente, notamos que la fuerza de éste sigue residiendo en su gran poder de alienación. El modelo propiciado por el capital se presenta todavía a la gente como un mundo en el que la felicidad se alcanza a través de un individualismo primitivo (que el capital denomina engañosamente “espíritu emprendedor”), y donde el único mérito consiste en la acumulación de bienes materiales. Otra estrategia que aplica el capital es la de denigrar a los oponentes que tratan de contrarrestarlo tildándoles de “quijotes” o atribuyéndoles calificativos sumamente despreciativos. Lo triste de esa situación es que, con este tipo de estigmatización, el capital logra contener toda propuesta alternativa que significa, en su opinión, una amenaza para su hegemonía. El sentido común, que ha sido adiestrado para pensar que toda crítica al sistema es una locura, no se atreve a alzarse contra él.
Sin embargo, si analizamos lo ilusorio de la lógica del capital, puesto que su concepción de la felicidad resulta ser para la mayoría de la gente un espejismo, nos damos cuenta que el ideal del Quijote de Cervantes de “desalienar” a la gente, o, en otras palabras, desencantar al mundo para despertarlo de su encanto(17), debe, más que nunca, ser vivificado. Es sacudiendo al hombre de la enajenación en la que el capital lo ha precipitado que la gente podrá contraponerse al pensamiento presuntamente “único”. Contrariamente a la impresión que el desanimo de Don Quijote podría darnos al final del libro, la utopia quijotiana de revivir valores más humanos y solidarios no ha sido derrotada dado que, a lo largo de su cruzada, Quijote ha logrado que siempre más personas se adhieran a su causa, se integren a su mundo, a tal punto que, al final de la obra, varios miembros de su entorno tratan de convencerlo de la necesidad de seguir con su proyecto de restablecer la caballería andante. Y al obtener que gente se sumara a su proyecto y sistema de valores, Don Quijote alcanzó lo que era considerado como imposible: puso al descubierto que sí es posible ir peleando contra el “sentido común” y combatir lo que se considera como inexpugnable.
Asimismo realizó otro milagro, tanto a nivel de la narración como de lo real que proyectó: consiguió que no sólo se borraran los límites entre la ficción y la realidad, entre la locura y la razón, sino que también la ficción reemplazara a la realidad y la locura a la razón.
La gran tarea que nos queda es la de rescatar la capacidad de resistencia al capital, de la que Don Quijote es una muestra, pero no para imponer valores de un modelo pasado, sino de un futuro próximo, ya que es imposible hacer retroceder la rueda de la historia.

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Notas de pie:
(1) Ver Don Quijote de la Mancha. Siglo de Oro de la literatura española. Novela renacentista. Quijote de Avellaneda en archivo del portal de recursos para estudiantes. www.robertexto.com
(2) Ver Extracto inédito en castellano de Daniel Eisenberg. A Study of "Don Quixote" (Newark, Delaware: Juan de la Cuesta Hispanic Monographs, 1987) en Don Quixote, Romanticism, and the Revival of Chivalry.
(3) Vladimir Nabokov. Lezioni sul Don Chisciotte, Milano. Garzanti. 1989. P. 42-44.
(4) Es muy tentador establecer un paralelo entre la obra de Cervantes y la Ilíada de Homero (creada supuestamente en el siglo VIII antes de nuestra era), puesto que esta última realza el heroísmo y orgullo nacional de sus protagonistas en un momento en que las ciudades surgían como centro autónomo de decisión y que ciertas entre ellas emprendían la colonización del sur de Italia y Sicilia. Dado que en Grecia el siglo VII a. de n. e. fue testigo de la consolidación de la clase de los comerciantes, nos imaginamos que esos cambios, que se habían iniciado en el siglo anterior, influían notablemente sobre el sistema de valores que había regido hasta entonces. Ver L’Iliade sans travesti  de Pierre Vidal-Nacquet en L’Iliade. Homère. Editions Gallimard. Paris. 1975.
(5) Ver p.97. Jean Delumeau. La civilisation de la Renaissance. Collection Arthaud. 1967.
(6) Sobre el modelo de sociedad tripartita, que tiene sus orígenes en las sociedades indo-europeas, ver la obra de Georges Dumézil.
(7) Ver Jacques le Goff. La civilisation de le l’Occident médiéval. Editions Arthaud. 1965.
(8) Michel Foucault. Histoire de la folie à l’âge classique. Gallimard. 1972.
(9) Como fue evidenciado por los historiadores posteriormente, a parte de tener por meta el encarcelamiento de los que no querían conformarse con el nuevo orden económico, la caza de brujas escondía igualmente un objetivo económico por parte de las altas esferas eclesiásticas: el de apoderarse de los bienes materiales de sus victimas.
(10) La presencia en la obra de Cervantes del uso de la violencia para con los disidentes que se apartaban del pensamiento oficial ha sido también tratada por Nabokov. Ver del mismo autor: Lezioni sul Don Chisciotte. P. 42-44. Op. cit.
(12) Podríamos pensar que el protagonista de la novela sirve no sólo para expresar el estado de ánimo deprimido de la población en general sino también aquello del autor. Don Quijote y el autor parecen haber recibido el mismo género de sinsabores y desaires. Ambos sufren de una cierta manera los efectos de la marginación y son nobles pauperizados. Los dos recurren a los libros para no caer en la melancolía. Durante el periodo en que fue encarcelado en la Prisión Real de Sevilla, Cervantes ocupó su tiempo redactando el Quijote, mientras que Alonso Quijano acaba con el aburrimiento hundiéndose en la lectura caballeresca.
(13) No nos olvidemos que la instalación de los molinos de agua representó el primer golpe a la industria doméstica mientras se volvía una institución comunal indispensable, pues cada familia aldeana acudía a ella para moler su grano. Ya en la edad medieval, los agentes de la Corona veían en las exacciones fiscales que se podían realizar a través del control de los molinos una ganga. El número elevado de decretos de ley que arbitraba su uso entre las comunidades y los que controlaban sus actividades es una muestra de la importancia que tenía esta infraestructura en la vida de los habitantes. A partir del momento que se liberalizó y mercantilizó la vida, poderosas familias burgueses vieron en la monopolización de los bienes comunales una fuente garantizada de poder tanto económico como político, y en Alemania, la nobleza, el Emperador y la Iglesia se peleaban el derecho de propiedad del viento. Ver Karl Marx. Le Capital. Livre I. Chapitre XV. Editions Flammarion. Paris. 1985. P.419. Notas de pie nº8 y 14 del capítulo XV.
(14) La figura del rebaño de ovejas es simbólica, dado que normalmente se usa para describir una masa dócil, fácil de manipular. Sin embargo, al transformar el rebaño de ovejas en ejército, podríamos pensar que las dulces ovejas – o sea los soldados del capital – se vuelven sumamente belicosas cuando se trata de defender a este último de los ataques de opositores.
(15) A lo largo de la obra, Don Quijote habla de “encantadores”, “encantamiento” y “desencantamiento” y del hecho que «andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto». Asimismo, declara: «yo sé y tengo para mí que voy encantado y esto me basta para la seguridad de mi conciencia; que la formaría muy grande si yo pensase que no estaba encantado y me dejase estar en esta jaula perezoso y cobarde, defraudando el socorro que podría dar a muchos menesterosos y necesitados de mi ayuda”. Ver Bryant L. Creel. Theoretical Implications in Don Quijote's Idea of Enchantment. The University of Tennessee, Knoxville en www.cervantesvirtual.com.
(16) La profunda depresión de Don Quijote que se manifiesta de forma abierta al final del libro, hace pensar al estado de depresión que debe haber sufrido el autor por sentirse excluido por la sociedad. De una forma u otra, el autor y su personaje han tenido que enfrentarse a una sociedad hostil. Esas consideraciones se fundamentan en las aserciones que formula Michael McGaha en Is There a Hidden Jewish Meaning in Don Quixote? Según él, la familia de Miguel de Cervantes pertenecía al clan de familias nobles de nuevos cristianos, a los “Conversos”. Es la razón por la cual Cervantes hubiera sido marginado durante toda su vida. El planteamiento de McGaha se sustenta a su vez en el argumento de la conversión de los Cervantes planteado por Fernán Díaz de Toledo en Instrucción. Es en base a las investigaciones realizadas por Díaz de Toledo que la condición de Converso de Cervantes fue reexplorada a partir de los años 1960, por lo que se buscó en el Don Quijote de la Mancha indicios de su origen judío. Ver Is There a Hidden Jewish Meaning in Don Quixote? Cervantes. Bulletin of the Cervantes Society of America. P.173-188. The Cervantes Society of America. 2004

(17) Roger Garaudy. L'avenir : Mode d'emploi. Annexes. L'Occident est un accident.

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