EL COMBATIENTE
POR UN MUNDO MÁS HUMANO
POR NICOLE SCHUSTER
Cuando el libro fue publicado por primera vez, fue
interpretado por el público como una parodia de los valores caballerescos. Los
analistas contemporáneos se centraban principalmente en el lado humorístico de
la obra, que deriva de las situaciones grotescas en que el Quijote “iluminado”
se encuentra inmerso. Se pensaba que Cervantes quería denunciar el carácter
mistificador de las novelas de caballería de la época y de los valores exhibidos
en ellas, que no correspondían a los usos y costumbres de la clase de hidalgos.
Más bien, ésta era considerada como decadente y ociosa.
Para los hermanos
Friedrich y August Wilhelm Schlegel, los presuntos fundadores del Romanticismo
quienes abrieron el mundo de los estudios modernos cervantinos, Don Quijote era
“la obra maestra del elevado arte romántico”. Los románticos alemanes veían en
ella la apología de los verdaderos valores caballerescos y la crítica al ideal
ficticio de la caballería libresca. En esa óptica, el Quijote aparecía como el
símbolo del hombre que lucha solo por el triunfo del espíritu, la abolición de
la opresión y la injusticia(1). Los Románticos revelaron la complejidad y la
variedad de enfoques desde los cuales la obra de Cervantes podía ser leída, ya
que éste trabajó en distintos frentes y niveles de abstracción(2).
A partir de allí, la
riqueza de la obra de Cervantes dio lugar a diversas lecturas (filosóficas,
históricas, sociológicas, etc.) entre las cuales destaca aquella de Nabokov,
que puso de relieve la importancia del trasfondo social en la novela de
Cervantes(3).
En un momento de
transición de un modo de producción a otro, Don Quijote encarna la valerosa
tentativa utópica de (re)introducir un ideal de valores más humano afianzado en
principios como el deber, el honor, el sentido de la responsabilidad, la
valentía, el coraje, la justicia, la lealtad en el amor y las amistades, y el
respecto de los acuerdos pactados(4). Por su parte, su entorno y escudero
simbolizan el “sentido común” y la tendencia a aceptar el proceso de
degradación de las relaciones comunitarias. Lo que lleva a afirmar que, al
tomar la iniciativa, bajo la pluma de Cervantes, de emprender una cruzada para
restablecer el ethos caballeresco, Don Quijote se convierte en un insurrecto
que lidia, en solitario, contra el nuevo marco referencial societal que va
instaurándose. Estamos hablando de esta época que fue denominada por primera
vez en el siglo XVI por el pintor y escultor Vasari como “Renascità” (o sea
“Renacimiento”), término al que los historiadores Jules Michelet y Jacob
Burckhardt darán, en el siglo XIX, una interpretación más amplia que los
humanistas(5). Ya a inicios del Renacimiento, la estructura de la sociedad
jerarquizada en categorías socio-profesionales, que había sucedido al orden
“tripartita”(6) sustentado en las funciones sacerdotal, marcial y agrícola(7),
empezaba a su vez a evidenciar brechas. La emergencia de un sistema económico
mercantil hacía un tanto más factible el traspaso de los rígidos límites que el
modo de producción anterior había fijado entre los grupos socio-profesionales.
En ese sentido, se puede afirmar que Sancho Panza es la ilustración perfecta
del salto de una clase a otra que un plebeyo emprendedor y astuto logrará dar
ocasionalmente, lo cual era impensable en el modelo de sociedad que había
imperado antes de que el capital iniciara el proceso de transformación en los
sectores productivos y económicos.
Es evidente que esas
mutaciones se reflejaban en la mentalidad y el quehacer diario de la gente. Los
valores que habían servido de marco de referencia durante siglos se disipaban,
en tanto se establecía un nuevo tipo de relaciones entre los países, las
compañías privadas, y los individuos, basado en la mercantilización de todos
los aspectos de la vida. Masas humanas resultaron catapultadas de un mundo
feudal, que se asentaba en formas de producción principalmente agrícolas, hacia
el universo hostil y explotador de las manufacturas. Mientras sagaces
aventureros buscaban fortuna en las colonias, muchos de los que sufrían las
incertidumbres del nuevo sistema económico y no podían adaptarse aumentaban las
filas de los desposeídos. Se propagaba la melancolía, es decir la depresión,
que la iglesia asimilaba a la locura. El fenómeno llevó a que se
institucionalizara la política de recluir a los “dementes”. Erraban igualmente
a lo largo de los ríos de la Europa occidental naves de locos “en búsqueda de
su razón”(8), a las que ninguna ciudad dejaba echar anclas, pues las autoridades
ediles no querían atormentar a sus habitantes con esos seres dizque “poseídos
por el diablo”. Siempre apegada a su praxis milenaria de secundar a las clases
en el poder contra el interés de la mayoría de la población, la Iglesia
brindaba su apoyo a la nueva clase de burgueses y perseguía a los
“heréticos(9). En esas circunstancias es fácil imaginar que toda persona que
iba en contra del orden de la sociedad podía ser declarada “herética”, “loca”,
y terminar abandonada en las mazmorras destinadas a los que no sirven al
sistema.
España no quedaba ajena a
este proceso de mutación. La acción de la Inquisición era devastadora para la
población. Se perseguía a todos los oponentes al pensamiento retrógrado de la
Iglesia católica y, como lo mencionamos, a los que no se conformaban a las
normas dictadas por los representantes del sistema(10). Un profundo malestar se
hacía sentir entre la población, que la derrota de la “Armada Invencible” el 8
de Agosto 1588 por Gran Bretaña reforzó. Cervantes fue desde luego profundamente
marcado por este fatídico acontecimiento, ya que, en su calidad de comisario
real de abastos para la Armada Invencible(11), sus afinidades con ella eran
innegables. Por otro lado, la lucha de poder, que llevaba a España a participar
constantemente en violentos conflictos armados de fuerte connotación religiosa,
y la guerra de corso que Inglaterra le libraba, contribuían a que sus cajas del
tesoro público español se vaciaran pese al saqueo orgíastico que este país
llevaba a cabo en el Nuevo Mundo.
La puesta en escena de un
personaje como Don Quijote, cuya misión es rescatar lo noble en el hombre y
redefinir el rol de éste en la sociedad y para con ella, parece entonces
proceder directamente del clima de desaliento que reinaba en ese momento preciso
de la historia del país(12). Considerando esta atmósfera de desmoralización, la
actitud optimista de Don Quijote y su inefable esperanza en el hombre asombran,
particularmente si se piensa en las duras batallas que libra y en los numerosos
sinsabores que recibió. Además, el enemigo contra el cual Quijote arremete es
de envergadura: estamos hablando del capital. Es efectivamente inevitable
establecer una analogía entre el enemigo de Quijote y la emergencia del capital
si partimos del punto de vista de que Don Quijote buscaba restablecer valores
que chocaban con el régimen económico que se instauraba, o sea el
mercantilismo. En este sentido, el relato metafórico del asalto de Quijote a
los molinos podría ser entendido como una alegoría de su lucha contra las apropiaciones
monopolísticas de las estructuras comunitarias y de los recursos naturales,
como el agua y el viento, por parte de la nueva clase, la burguesía(13). Es de
ese modo también que se podría interpretar el episodio – otro descalabro – en
que Don Quijote acomete solo contra dos rebaños de ovejas al confundirlos con
dos ejércitos de soldados(14).
El combate de Quijote le
hizo entender que peleaba en solitario contra el capital y que éste dispone de
una Armada de aduladores, de encantadores(15) mediocres que lo defienden, sin
que estén conscientes de que su proselitismo beligerante sirve directamente al
capital. Están persuadidos que lidian contra los quijotes en nombre propio. Por
ejemplo, cuando el entorno de Don Quijote se burla de él y trata de impedir que
éste realice su proyecto, ignora que actúa de esa manera porque defiende el
sistema imperante. Y, en ese contexto, la figura del cura que lo persigue para
apartarlo de su misión no es neutra, ya que la Iglesia es el símbolo por
excelencia de las instituciones del sistema. Esta situación de enajenación se
debe a que el capital construye su imperio seduciendo de forma subrepticia a
sus hordas de soldados. Les hace creer que el pueblo vive en un mundo en que
predominan principios como la libertad, la igualdad de oportunidades, y que
cada uno es generosamente invitado a participar en la carrera hacia la
felicidad, la riqueza. Para evitar todo desbordamiento social en caso de que
algunos puedan sentirse excluidos del maná del capital, se advierte a la población
que la prosperidad y el bienestar material se alcanzan exclusivamente a costas
de intensos esfuerzos personales. Del mismo modo, es necesario para
“realizarse”, mantenerse en un estado de competencia permanente con su próximo
sin temer a renunciar a todas normas éticas con tal de realizar su sueño.
Desgraciadamente, el
acatamiento a esos imperativos se traduce en la realidad por condiciones de
vida que distan de ser las que el capital promueve. Lo perverso de este proceso
de “encantamiento” es que, al conducirse de esa forma, al buscar “realizarse”,
los individuos piensan actuar por decisión propia dado que imaginan ser sujetos
“libres”, mientras son, en realidad, instrumentos de un sistema que les aliena.
Es decir, si fracasan, se atribuyen automáticamente la culpa, sometiéndose de
esa manera a las leyes del individualismo que enseña el capital, según las
cuales cada uno es responsable de su propio destino.
Es, en un cierto modo, la
imagen que deja Don Quijote al final del libro. Lo encontramos reconvertido en
Alonso Quijano y fulminado por la depresión. Sus agotadoras luchas y derrotas
lo apartaron de su designio. Habiendo reflexionado sobre su proyecto que piensa
arruinado, se responsabiliza por los desengaños que ha sufrido y que hizo
padecer a su entorno. Está convencido de que ya no pertenece a este mundo(16),
que ha fallado en su intento de (re)instaurar el mundo encantador que el
universo libresco le había abierto. En su opinión, no ha podido hacer
predominar sus principios sobre los valores del orden burgués emergente, por lo
que está listo para entregarse, desde su lecho, a la muerte.
Si examinamos el capital
a la luz de lo que se puede leer como la lucha de Don Quijote contra el capital
emergente, notamos que la fuerza de éste sigue residiendo en su gran poder de
alienación. El modelo propiciado por el capital se presenta todavía a la gente
como un mundo en el que la felicidad se alcanza a través de un individualismo
primitivo (que el capital denomina engañosamente “espíritu emprendedor”), y
donde el único mérito consiste en la acumulación de bienes materiales. Otra
estrategia que aplica el capital es la de denigrar a los oponentes que tratan
de contrarrestarlo tildándoles de “quijotes” o atribuyéndoles calificativos
sumamente despreciativos. Lo triste de esa situación es que, con este tipo de
estigmatización, el capital logra contener toda propuesta alternativa que
significa, en su opinión, una amenaza para su hegemonía. El sentido común, que
ha sido adiestrado para pensar que toda crítica al sistema es una locura, no se
atreve a alzarse contra él.
Sin embargo, si
analizamos lo ilusorio de la lógica del capital, puesto que su concepción de la
felicidad resulta ser para la mayoría de la gente un espejismo, nos damos
cuenta que el ideal del Quijote de Cervantes de “desalienar” a la gente, o, en
otras palabras, desencantar al mundo para despertarlo de su encanto(17), debe,
más que nunca, ser vivificado. Es sacudiendo al hombre de la enajenación en la
que el capital lo ha precipitado que la gente podrá contraponerse al
pensamiento presuntamente “único”. Contrariamente a la impresión que el
desanimo de Don Quijote podría darnos al final del libro, la utopia quijotiana
de revivir valores más humanos y solidarios no ha sido derrotada dado que, a lo
largo de su cruzada, Quijote ha logrado que siempre más personas se adhieran a
su causa, se integren a su mundo, a tal punto que, al final de la obra, varios
miembros de su entorno tratan de convencerlo de la necesidad de seguir con su
proyecto de restablecer la caballería andante. Y al obtener que gente se sumara
a su proyecto y sistema de valores, Don Quijote alcanzó lo que era considerado
como imposible: puso al descubierto que sí es posible ir peleando contra el
“sentido común” y combatir lo que se considera como inexpugnable.
Asimismo realizó otro
milagro, tanto a nivel de la narración como de lo real que proyectó: consiguió
que no sólo se borraran los límites entre la ficción y la realidad, entre la
locura y la razón, sino que también la ficción reemplazara a la realidad y la
locura a la razón.
La gran tarea que nos
queda es la de rescatar la capacidad de resistencia al capital, de la que Don
Quijote es una muestra, pero no para imponer valores de un modelo pasado, sino
de un futuro próximo, ya que es imposible hacer retroceder la rueda de la
historia.
__________________________
Notas de pie:
(1) Ver Don Quijote de la
Mancha. Siglo de Oro de la literatura española. Novela renacentista. Quijote de
Avellaneda en archivo del portal de recursos para estudiantes. www.robertexto.com
(2) Ver Extracto inédito en
castellano de Daniel Eisenberg. A Study of "Don Quixote"
(Newark, Delaware: Juan de la Cuesta Hispanic Monographs, 1987) en Don
Quixote, Romanticism, and the Revival of Chivalry.
(3)
Vladimir Nabokov. Lezioni sul Don Chisciotte, Milano. Garzanti. 1989.
P. 42-44.
(4) Es muy tentador establecer un
paralelo entre la obra de Cervantes y la Ilíada de Homero (creada supuestamente
en el siglo VIII antes de nuestra era), puesto que esta última realza el
heroísmo y orgullo nacional de sus protagonistas en un momento en que las
ciudades surgían como centro autónomo de decisión y que ciertas entre ellas
emprendían la colonización del sur de Italia y Sicilia. Dado que en Grecia el
siglo VII a. de n. e. fue testigo de la consolidación de la clase de los
comerciantes, nos imaginamos que esos cambios, que se habían iniciado en el
siglo anterior, influían notablemente sobre el sistema de valores que había
regido hasta entonces. Ver L’Iliade sans travesti de Pierre
Vidal-Nacquet en L’Iliade. Homère. Editions Gallimard. Paris. 1975.
(5) Ver p.97. Jean Delumeau. La
civilisation de la Renaissance. Collection Arthaud. 1967.
(6) Sobre el modelo de sociedad
tripartita, que tiene sus orígenes en las sociedades indo-europeas, ver la obra
de Georges Dumézil.
(7) Ver Jacques le Goff. La
civilisation de le l’Occident médiéval. Editions
Arthaud. 1965.
(8) Michel Foucault. Histoire de la folie à l’âge
classique. Gallimard. 1972.
(9) Como fue evidenciado por los
historiadores posteriormente, a parte de tener por meta el encarcelamiento de
los que no querían conformarse con el nuevo orden económico, la caza de brujas
escondía igualmente un objetivo económico por parte de las altas esferas eclesiásticas:
el de apoderarse de los bienes materiales de sus victimas.
(10) La presencia en la obra de
Cervantes del uso de la violencia para con los disidentes que se apartaban del
pensamiento oficial ha sido también tratada por Nabokov. Ver del mismo autor: Lezioni
sul Don Chisciotte. P. 42-44. Op. cit.
(12)
Podríamos pensar que el protagonista de la novela sirve no sólo para expresar
el estado de ánimo deprimido de la población en general sino también aquello
del autor. Don Quijote y el autor parecen haber recibido el mismo género de
sinsabores y desaires. Ambos sufren de una cierta manera los efectos de la
marginación y son nobles pauperizados. Los dos recurren a los libros para no
caer en la melancolía. Durante el periodo en que fue encarcelado en la Prisión
Real de Sevilla, Cervantes ocupó su tiempo redactando el Quijote, mientras que
Alonso Quijano acaba con el aburrimiento hundiéndose en la lectura
caballeresca.
(13) No nos olvidemos que la
instalación de los molinos de agua representó el primer golpe a la industria
doméstica mientras se volvía una institución comunal indispensable, pues cada
familia aldeana acudía a ella para moler su grano. Ya en la edad medieval, los
agentes de la Corona veían en las exacciones fiscales que se podían realizar a
través del control de los molinos una ganga. El número elevado de decretos de
ley que arbitraba su uso entre las comunidades y los que controlaban sus
actividades es una muestra de la importancia que tenía esta infraestructura en
la vida de los habitantes. A partir del momento que se liberalizó y
mercantilizó la vida, poderosas familias burgueses vieron en la monopolización
de los bienes comunales una fuente garantizada de poder tanto económico como
político, y en Alemania, la nobleza, el Emperador y la Iglesia se peleaban el
derecho de propiedad del viento. Ver Karl Marx. Le Capital. Livre I.
Chapitre XV. Editions Flammarion. Paris. 1985. P.419. Notas de pie nº8 y 14 del
capítulo XV.
(14) La figura del rebaño de
ovejas es simbólica, dado que normalmente se usa para describir una masa dócil,
fácil de manipular. Sin embargo, al transformar el rebaño de ovejas en
ejército, podríamos pensar que las dulces ovejas – o sea los soldados del
capital – se vuelven sumamente belicosas cuando se trata de defender a este
último de los ataques de opositores.
(15) A lo largo de la obra, Don
Quijote habla de “encantadores”, “encantamiento” y “desencantamiento” y del
hecho que «andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que
todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto».
Asimismo, declara: «yo sé y tengo para mí que voy encantado y esto me basta
para la seguridad de mi conciencia; que la formaría muy grande si yo pensase
que no estaba encantado y me dejase estar en esta jaula perezoso y cobarde,
defraudando el socorro que podría dar a muchos menesterosos y necesitados de mi
ayuda”. Ver Bryant L. Creel. Theoretical
Implications in Don Quijote's Idea of Enchantment. The
University of Tennessee, Knoxville en www.cervantesvirtual.com.
(16) La profunda depresión de Don
Quijote que se manifiesta de forma abierta al final del libro, hace pensar al
estado de depresión que debe haber sufrido el autor por sentirse excluido por
la sociedad. De una forma u otra, el autor y su personaje han tenido que
enfrentarse a una sociedad hostil. Esas consideraciones se fundamentan en las
aserciones que formula Michael McGaha en Is There a Hidden Jewish Meaning
in Don Quixote? Según él, la familia de Miguel de Cervantes pertenecía al
clan de familias nobles de nuevos cristianos, a los “Conversos”. Es la razón
por la cual Cervantes hubiera sido marginado durante toda su vida. El
planteamiento de McGaha se sustenta a su vez en el argumento de la conversión
de los Cervantes planteado por Fernán Díaz de Toledo en Instrucción.
Es en base a las investigaciones realizadas por Díaz de Toledo que la
condición de Converso de Cervantes fue reexplorada a partir de los
años 1960, por lo que se buscó en el Don Quijote de la Mancha indicios de su
origen judío. Ver Is There a Hidden Jewish
Meaning in Don Quixote? Cervantes. Bulletin of the Cervantes Society of
America. P.173-188. The Cervantes Society of America. 2004
(17) Roger Garaudy. L'avenir : Mode d'emploi.
Annexes. L'Occident est un accident.
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