lunes, 26 de mayo de 2014

Ho Thien - El niño que no habló



Tenía doce años aquel niño
vietnamita cuyo nombre no sé
los mercenarios lo capturaron junto a su padre

cuyo nombre no sé, una mañana en los Grandes Altiplanos.
El Boina Verde miró al muchacho flaco
sus ojos de cabra herida y se convenció pronto
de que bastaba amedrentarlo para hacerlo hablar.
Así el Boina Verde dio una rápida orden:
y los mercenarios se llevaron al padre tras la verde muralla
“ahora fuera, muchacho, dinos dónde está el Frente
dinos dónde está el Frente o matamos a tu padre”.
Delgado era el muchacho, delgados sus ojos impávidos
delgada su voz cuando repuso no.
“Un solo minuto, muchacho -aulló el Boina Verde-
para decir dónde está el Frente o hacer morir a tu padre”
y el pulso con el reloj se acercó a su cara,
corría la manecilla un paso tras otro.
“Ya basta, muchacho, faltan diez segundo,
así que fuerza, muchacho, dinos dónde está el Frente”.
Después la manecilla de plata en el pulso del Boina Verde
despedazó con el último paso el tiempo el cielo de los árboles
“maten al viejo” -aulló el Boina Verde
tras la verde muralla se oyeron los rápidos golpes.
El cielo y el bosque quedaron en silencio entonces
y los mercenarios en silencio, sólo el niño lloraba,
en silencio el Boina Verde, sólo el niño
sentado en la tierra lloraba
como lloran los niños cuando muere su padre.
“Rayos -dijo un mercenario al Boina Verde-
el muchacho no sabía nada, hemos matado al viejo por nada”
así se fueron, los mercenarios y el Boina Verde,
en cambio el muchacho sabía. Todo lo sabía, del Frente,
las cuevas, las pistas, los caminos, los nombres.
Y en aquel mismo instante
inexorablemente protegido por la coraza de su llanto
tierno niño cuyo nombre no sé,
el Frente movía en los Grandes Altiplanos su paso de tigre.
Eso lo ha escrito Ho Thien, de la cuarta unidad de llanura,
lo oyó narrar a una mujer en Dalat sobre los Altiplanos

sesenta días después del año nuevo.

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