lunes, 26 de mayo de 2014

Solo se descentralizó la corrupción del Estado fujimontesinista



Si alguien dudaba de las consecuencias que podía tener el capitalismo neoliberal que se implantó a sangre y fuego en los años 90, en el Perú, la reciente captura de César Álvarez, presidente de la región Ancash, despeja todos los interrogatorios.
Lo único que logró la supuesta descentralización, fue la redistribución de la corrupción que es el paradigma del sistema capitalista en su decadente etapa neoliberal. Si antes la corrupción se centralizaba en Lima, hoy abarca la casi totalidad de gobiernos regionales y distritales. Casi no hay un ente representativo del Estado peruano que no forme parte de la cadena mafiosa y corrupta desencadenada por el fujimorismo.
Y no quiera decirse que el fujimontesinismo es la causa de todos los males. La corrupción mafiosa existe casi desde siempre en el Perú
Debemos recordar que se inició cuando los conquistadores se rindieron a Don Pedro de la Gasca y se da inicio al virreinato que representaba la fidelidad de los súbditos españoles a la corona ibérica, estos se las arreglaron para que las tributaciones al rey no estuvieran honradas por la lealtad. Por el contrario, los conquistadores se las arreglaron bien para que el grueso de lo obtenido por el sometimiento incaico quedara mayormente en sus manos. Así fue durante toda la época colonial.
Al iniciarse la república, hubo un cambio de mando, la cuota de colonia ya no era enviada a España, el Banco de Londres se encargada de recaudar las tributaciones bajo la excusa de los préstamos a favor de la guerra de independencia. No cabe duda de que esa deuda fue convenientemente inflada con el beneplácito de los gobernantes que se conformaban con lo que recibían debajo de la mesa.
Casi a fines del siglo XIX, Manuel Gonzáles Prada, fustigaba el sistema corrupto en el que saltaba la pus donde se pusiera el dedo y ya en el siglo XX, José Carlos Mariátegui se encargará de precisar la corrupción moderna como parte de la naturaleza del Estado burgués.
No hay un solo gobierno de la era republicana que se salva de la corrupción. Esa es la única verdad. Solo que la corrupción estaba centralizada. Hoy está descentralizada.
Un sistema, como el capitalismo neoliberal, que como el rey Midas, ha convertido todo en oro financiero, incluyendo a los seres humanos, no es capaz de velar por el bienestar general. Al contrario, ha privatizado los derechos humanos en los servicios sociales para ponerlos al servicio del lucro que conduce a una mayor concentración de riquezas en pocas manos.
Por ejemplo las AFP, instituciones que hacen lo que les viene en gana con las pensiones de jubilación y hoy, en un país como el Perú donde el promedio de vida es de 65 años de edad, se le ha inventado la idea de que el promedio es 110 años de existencia. Esto significa que si las aportaciones de un trabajador a lo largo de su vida llega a 100 mil nuevos soles y se retira a los 65 años, esos 100 mil soles se dividirán entre 45 lo que significa que ese trabajador recibirá 2,222.22 nuevos soles al año, esto es S/.185.18 al mes.
Aquí tenemos dos estafas, volviendo al promedio de vida de 65 años, es obvio que muchos trabajadores están condenados a morir sin llegar a percibir el beneficio de su jubilación: morirán precisamente cuando les llegue el plazo de ley. Para los que sobrepasen 10 o 20 años, la trampa ya está hecha, les pagarán como si fueran a vivir 110 años y con lo que reciban morirán pronto de carencia, o de tener que seguir trabajando o simplemente la depresión acelerará su muerte.
Volviendo al tema de la descentralización, Julio Cotler, cuando se dio la ley durante el gobierno de Toledo, se preguntó ¿Qué se descentraliza si el Perú no es un país centralizado? La respuesta la dio la realizad: se descentralizó la corrupción.

¿Es necesaria la descentralización?
Claro que sí, pero no en el modo que se ha llevado a cabo por el Estado fujimontesinista, priorizando el clientelismo, las malversaciones, el festín del canon minero, el enriquecimiento ilícito y poniendo las necesidades populares en el último lugar.
Para descentralizar, primero hay que centralizar lo fundamental: la planificación del bienestar popular. Es a partir de allí que la descentralización debe responder a un planeamiento que solo es posible cuando los recursos del Perú nos pertenezca a todos los peruanos y no a las grandes corporaciones que se llevan nuestras riquezas y nos dejan en la pobreza.

Cuando la propiedad de los grandes recursos productivos esté en manos de los trabajadores y haya una institución que PLANIFIQUE el desarrollo de la economía en función del interés social, el Estado que hoy conocemos habrá sido mortalmente herido y se llevará a la tumba la corrupción. (KB)

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