John Weeks, Rob Ferguson
La economía de la desintegración de Ucrania impuso al mundo post-soviético la “terapia de
choque”, con resultados catastróficos.
Ahora, intenta repetir el experimento en Ucrania.
En el futuro, la gente estudiará la desintegración
política, la fragmentación social y el colapso económico de la Unión
Soviética - la Gran Desintegración - como un desastre humano comparable a la
Gran Peste del siglo XIV. Durante la Gran Peste, la gente sabía ni la causa ni
la cura de la epidemia. Durante la Gran Desintegración, la causa era evidente
y la cura conocida. El régimen se derrumbó debido a su propio peso muerto. El
desastre económico que siguió, sin embargo, fue el resultado de las
políticas económicas disfuncionales impulsadas por las potencias
occidentales.
La escala del desastre humano en los países en
transición post-soviéticos se refleja más claramente en las estadísticas
sobre la esperanza media de vida (véase A. Cornia, The Morality Crisis in
Transitional Countries ). En el caso que mejor conozco, la ex soviética
República de Moldavia, entre 1990-1995 la esperanza de vida al nacer se redujo
en casi tres años, hasta situarse por debajo de 66 años. Una caída así, en
tiempos de paz, de las expectativas de vida no tiene precedentes. El único
ejemplo reciente ha sido la epidemia del SIDA en algunos países del África
subsahariana.
La principal causa de esta disminución de la
esperanza media de vida en los países en transición ha sido la llamada
terapia de choque, que desmanteló las instituciones de la economía
planificada, sin sustituirlas por nada. Millones de personas en toda la antigua
Unión Soviética perdieron sus medios de vida, los recortes presupuestarios
destruyeron los servicios de sanidad y la pobreza empujo a la gente a la
embriaguez y las drogas, acortando sus vidas. El propósito explícito en estas
políticas de ajuste draconianas diseñadas por los gobiernos occidentales era
asegurarse de que la Unión Soviética no podía ser reconstruida. Vladimir
Putin es muy consciente de ello, y espera a frustrarlo.
En la década de 1990, los políticos de los Estados
Unidos y Europa occidental acogieron el colapso de la Unión Soviética como
una liberación. Pero unas elecciones no hacen una democracia, y 25 años
después, por lo menos once de los 15 estados surgidos de la URSS tienen
regímenes autoritarios, incluida la propia Rusia. Los gobiernos de los tres
países bálticos han demostrado ser serios violadores de los derechos civiles,
y toleran la actividad de grupos abiertamente fascistas. Solo la pequeña
Moldovia es una candidata creíble para ingresar en el club de las democracias.
Cada ex república soviética tuvo su propia
transición trágica. Medido por la caída en el ingreso per cápita, Ucrania
fue la que peor lo paso, con excepción de Georgia, que se hundió en un
conflicto civil separatista después de 1990. Los ingresos por persona en
Ucrania cayeron casi un 60% entre 1990 y 1997 y la recuperación no empezó
hasta el 2000. A finales de 2013 seguía un 20% por debajo de 1990 (véase el
gráfico).
Ingreso per cápita en Ucrania, 1990-2013
Todos los años, en comparación con 1990. Por
ejemplo, en 1998 el ingreso per cápita fue de casi un 60% por debajo de 1990,
de -60. En 2013 fue casi un 25% por debajo de, -25.
En este contexto podemos entender las tensiones y
los conflictos internos de Ucrania. Una parte de la oligarquía ve a la Unión
Europea como un bloque que ofrece un futuro económico brillante. Este grupo
arrastra consigo al oeste del país, de habla ucraniana, capitalizando un
sentimiento anti-ruso de muchas generaciones. En el este, los rusófobos
constituyen una amplia mayoría y ven a Rusia, donde el ingreso per cápita en
2013 fue un 20% superior al de 1990, en comparación con el 20%
inferior en Ucrania. La caída de ingresos en el este del país ha sido aún
mayor que la media nacional, debido a la concentración de la industria pesada
anteriormente vinculados a la Unión Soviética en el antiguo bloque comercial
del COMECON.
Sin embargo, a pesar de la gravedad del sufrimiento
económico en Ucrania durante la década de 1990 como consecuencia de la
terapia de choque, los Estados Unidos y sus aliados europeos tienen previsto
repetirla, mediante un programa del Fondo Monetario Internacional. El Bloomberg
View (30 de marzo de 2014) informa que esta terapia de choque déjà vu promete
tener consecuencias aún más nefastas que su predecesora durante la década de
1990:
"... Rusia ... ha estado alimentando el este
rusófono de Ucrania con una narrativa acerca de cómo una mayor integración
con la Unión Europea va a cerrar sus minas y fábricas, eliminará puestos de
trabajo, aumentará los precios y reducirá sus pensiones. Sin embargo, para
poder firmar el acuerdo con el FMI, el primer ministro interino Arseniy
Yatsenyuk tuvo que informarles a los ucranianos que ese escenario, en parte, se
producirá. Advirtió que la inflación podría subir hasta un 14% este año,
mientras la economía se contrae un 3%”.
"En una situación de este tipo, la terapia de
choque estándar del FMI no es una opción. Las condiciones de los préstamos
del FMI - recorte de las subvenciones para calefacción de los hogares, por
ejemplo - son esenciales, pero el impacto en los ciudadanos comunes debe ser
amortiguado mucho más que lo que gobierno puede permitirse".
Al igual que en la década de 1990, los gobiernos de
Estados Unidos y la Unión Europea presentan al 99% de los ucranianos un futuro
sombrío. Se insta a la población a rechazar la agresión y proclividades
autoritarias de Putin, y aceptar en cambio un programa que incluso un medio
representativo de Wall Street como BV considera que 'no es una opciónń.
El gobierno que aplicará la terapia de choque
versión 2.0 llegó al poder en Ucrania apoyando el derrocamiento de un
presidente elegido constitucionalmente. Hay pocas dudas sobre el alcance de la
corrupción bajo el gobierno del depuesto presidente Viktor Yanukovich. Pero
igualmente esta fuera de toda duda el historial corrupto de los que aspiran a
reemplazarlo.
Un régimen extra-legal en el poder, oligarcas que
respaldan un nuevo programa económico draconiano, un ingreso per cápita en
declive y que inevitablemente disminuirá aún más gracías al programa
económico: no es ninguna sorpresa que los ucranianos en el este del país
miren con nostalgia aunque sin grandes esperanzas a Rusia. Más sorprendente,
es que este segundo programa de terapia de choque encuentre apoyo en el oeste
de Ucrania, lo que trae a la mente el comentario atribuido a Albert Einstein,
de que la “estupidez es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados
diferentes".
Quienes apoyan la terapia de choque en Estados
Unidos y la UE, es una estupidez con un propósito: imponer su influencia
política en Ucrania. El programa del FMI puede ser el desastre económico que
provoque un desastre aún mayor, la desintegración de Ucrania. Los políticos
de EE.UU. y de la UE y los oligarcas ucranianos puede que consideren este
resultado una solución alternativa a sus objetivos geopolíticos y
económicos, cuando, de hecho, es más probable que sea un desastre humano.
John Weeks es profesor emérito de la Escuela de Estudios
Orientales y Africanos, Universidad de Londres, y autor del libro Economics
of the 1%: How mainstream economics serves the rich, obscures reality and
distorts policy, Anthem Press (2014)
http://www.opendemocracy.net/od-russia/john-weeks/economics-of-disintegration-in-ukraine
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