Jimmy Calla Colana portando la Wifala incaica, durante las últimas fiestas de Mamacha Candelaria |
Jimmy Calla Colana (*)
La Virgen de la Candelaria o "Mamacha
Candelaria" es la patrona de la ciudad de Puno, ciudad ubicada a 3,870
metros sobre el nivel del mar.
Esta Virgen está asociada al lago Titicaca, las minas y el trueno; pero también está asociada a la Pachamama (culto a la tierra), además de simbolizar, la pureza y la fertilidad. En ella convergen también las esperanzas de los marginados del altiplano. Pero lo que nadie dice es que el manto que envuelve a la Virgen de la Candelaria son las faldas de sus cerros, son los Apus que la cultura andina adora hasta hoy.
Esta Virgen está asociada al lago Titicaca, las minas y el trueno; pero también está asociada a la Pachamama (culto a la tierra), además de simbolizar, la pureza y la fertilidad. En ella convergen también las esperanzas de los marginados del altiplano. Pero lo que nadie dice es que el manto que envuelve a la Virgen de la Candelaria son las faldas de sus cerros, son los Apus que la cultura andina adora hasta hoy.
Este año, dicha festividad, podría ser
incluida en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco).
Dentro de ese marco festivo, se anunciará
que en noviembre de este año se sabrá si la festividad en honor a la “Mamita
Candelaria” será declarada Patrimonio Cultural Inmaterial por
la Unesco, gracias al trabajo conjunto de más de tres años entre el Ministerio
de Cultura e instituciones públicas y privadas de Puno.
La festividad de la Virgen de la
Candelaria de Puno es una celebración que dura 18 días y se presentan más de
200 danzas, (hay 2 grandes presentaciones: con trajes autóctonos fue el 2 de
febrero y este domingo 9 danzas
mestizas o traje de luces). El coloso de piedra, estadio Enrique Torres Belón,
se viste de gala porque en estos días se juntan familias enteras, hombres y
mujeres, ancianos, jóvenes y niños que no cesan de bailar para la Virgen,
agradeciéndole así los beneficios y milagros que les permiten seguir viviendo. Son
las calles de Puno, que con lluvia
o sin ella, con riachuelos en las calles, atestiguan miles de danzarines y
músicos.
En esta fiesta sin igual, la ciudad
entera se une en regocijo, con los mayordomos y alferados quienes, a diferencia
de los capitalistas, distribuyen su riqueza ganada en todo el año entre todos
sus invitados, solo así ganan estirpe, y abolengo, repartiendo todo lo ganado
en el año. Es la participación de la familia que se envuelve en la magia andina
para el disfrute de toda la población, ante un mudo testigo principal como son
las frías y tranquilas aguas del majestuoso Lago Titicaca.
Se inicia la Fiesta de la "Mamacha
Candelaria" el 24 de enero y culmina el 18 de febrero como preludio del
Carnaval. En ese lapso se congregan en el lugar, y entregadas en absoluta
devoción a la Virgen, unas 80 bandas musicales, algunas compuestas hasta por 400
personas, entre músicos y otros. También, entre 200, que es el mínimo, hasta los 400
bailarines. Aproximadamente, participan de manera directa unos 40 mil
danzarines acompañados por alrededor de 10 mil músicos, sumando su participación indirecta,
unas 25 mil personas más entre directivos, alferados, bordadores, artesanos en
la confección de caretas, botas, zapatos, cascabeles y otros elementos.
En los primeros días, las bandas
llegadas de Bolivia, danzarines de Argentina y Chile (no hay argentinos, no hay
chilenos, no hay bolivianos, todos son del ALTIPLANO), indican con hermosas
coreografías a jóvenes adultos y niños, lo que será su paso por las calles en
corzos pletóricos de alegorías, para estar a punto cuando se dé su
participación en el Concurso de Danzas Folklóricas. A toda hora se escuchan por
algunas arterias de la ciudad los más variados ritmos de la región, interpretados
por el pueblo que, acompañados de cervezas, chicha y comidas típicas, empiezan a
circular como prólogo al jolgorio que en breve se desatará.
A las tres de la mañana del primero de
febrero, el Alferado —organizador y responsable monetario de la festividad—
sube a la cima del cerro Azoguini en los alrededores de la ciudad, denominado
así desde que se encontró azogue (mercurio) en sus cavernas, acompañado de músicos,
delegaciones de los participantes y de sus invitados, dando comienzo así al
rito a la Virgen, ofreciendo licores, rezos e incluso detonando bombardas por
todo lo alto, haciendo vibrar al expectante pueblo puneño.
Al despuntar el alba, los aymaras,
altos y orgullosos en forma de "La Pandilla", como se denomina a
quienes realizan la ceremonia en el cerro, desciende bailando dirigiéndose
hasta la iglesia San Juan Bautista, donde se ubica el santuario de la Virgen,
preparándose para las misas que se realizarán al aparecer los primeros rayos
del sol. Por la tarde, en la Entrada de Cirios, el Alferado y la Alferada, su
esposa, salen de su hogar portando la imagen del niño Jesús, seguidos por las
autoridades y allegados en devota marcha hacia la iglesia de San Juan, llevando
velas y cirios encendidos.
La noche previa al día central, tienen
lugar las misas de vísperas para luego escuchar el tronar de los fuegos
artificiales que iluminan con su resplandor el cielo del altiplano puneño,
teniendo como fondo musical los melodiosos acordes entonados por bandas de
músicos. La ocasión es propicia para que el Alferado agasaje a la concurrencia
con ponche, anisado y cerveza en la entrada de la iglesia, hasta llegada la
noche.
Esta festividad presenta los siguientes
momentos: los ensayos, las novenas, albas de fiesta, entrada de cirios, entrada
de k'apos, vísperas, 2 de
febrero, octava, veneración, cacharpari o fin
de fiesta.
Al respecto, el maestro José Antonio Encinas
rememoraba: "Todo lo auténtico estaba olvidado. Era de mal gusto interpretar
la música aborigen. Las municipalidades prohibieron o pusieron todo género de
obstáculos para que el indio no continuara manteniendo sus danzas
tradicionales, fuentes inapreciables de historia. La policía castigaba y
multaba a las indias que ingresaban a la ciudad usando monteras" (Encinas,
1932). Otro maestro, Julián Palacios Ríos, advertía: "Antes, las
autoridades prohibían a los indios bailar y tocar colectivamente en las
ciudades y solo les permitían previo pago de multas" (Diario Los Andes de
Puno, 1/3/34).
(*) El autor de esta nota, ingresó al estadio
Enrique Torres Belón portando en alto la primera wifala (bandera incaica) de la Asociación
Educativa Rurarccaya en el 2011. En la gran parada, a mi paso, regalaba mi
libro Los niños del Callao escriben
poesía, y al llegar al jurado calificador, grité: Viva la cultura aymara, viva
Túpac Amaru, Arguedas, Encinas y Humareda.
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