El gran
proyecto comercial y político de Obama se llama TPP. (Trans-Pacific
Strategic Economic Partnership) por sus siglas en ingles, Acuerdo Estratégico
Trans-Pacífico de Asociación Económica.
Un mega bloque comercial que pone en riesgo la
soberanía de los países que están negociando. En estas negociaciones han venido
participando nueve países que bordean el océano Pacífico: Estados Unidos, Perú,
Chile, Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Malasia, Singapur y Vietnam. En la última
ronda, en julio, se aceptó en principio el ingreso de los otros dos socios del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte -Canadá y México. De lo
poco que se conoce al respecto –pues los documentos de negociación se mantienen
bajo estricta reserva- el TPP es un modelo altamente preocupante,
pues va aún más allá de la mayoría de tratados precedentes. Exigirá la
modificación de numerosas leyes internas de los países firmantes respecto a
derechos de propiedad intelectual, inversión y protección ambiental y otros
temas.
Permitiría
a las empresas extranjeras enjuiciar a países soberanos si imponen
restricciones que afecten sus intereses. Amenazaría el acceso a medicamentos
esenciales en los países en desarrollo, y haría peligrar el libre acceso a la
información en Internet. Pero sobre todo, el TPP se negocia con una falta
total de transparencia, que hace que la ciudadanía no pueda opinar sobre
decisiones fundamentales que comprometerían a sus respectivos países y su
soberanía durante las próximas décadas.
Del 15 al 24 de mayo en Lima, (2013), rodeado de críticas
por parte de diferentes sectores de la sociedad civil, movimientos sociales y más
de 130 organizaciones de las Américas, se reunieron —en un lujoso hotel
miraflorino a puerta cerrada— representantes de los once países, que negocian
la decimoséptima ronda del polémico y poco transparente TPP. Miembros de las
organizaciones que se oponen a dicho tratado advierten sobre los riesgos que
contiene el capítulo de inversiones en los acuerdos comerciales. "El
modelo de negociación del TPP es abiertamente antidemocrático, y la pretensión
de promover una reforma de las reglas del comercio global a nivel internacional,
constituye una posición en contra del multilateralismo y una gravísima erosión
a las reglas democráticas" "Hacemos un llamado público por la
necesidad de transparentar las negociaciones del TPP. El TPP es para muchos de
nuestros países no solamente un nuevo TLC con EEUU sino que constituye varios
TLC adicionales de un solo golpe y que en esta negociación (...) están
definiendo las reglas y los estándares de lo que va a ser el modelo de inversión
Asia-Pacífico"
Las preocupaciones son múltiples y los 29 capítulos
que conforman el nuevo tratado pretenden marcar "el camino correcto"
respecto a temas clave de la agenda social, política y económica para países
como el Perú. Y 'lo correcto' parece dirigirse hacia un incremento de los
acuerdos comerciales. El Perú tiene actualmente 32 tratados bilaterales de
inversión y 9 TLC que contienen también capítulos de inversión. Sin embargo,
"¿realmente este es el camino a seguir?", plantea José de Echave, ex
viceministro de Gestión Ambiental del Ministerio del Medio Ambiente, e
investigador de la ONG CooperAcción. Uno de los temas más criticados en la
negociación es el relacionado con las inversiones. "Es tiempo de revisar
nuestra política de atracción de inversiones", indica De Echave. Y agrega:
"El número de demandas en contra del Estado peruano utilizando tratados
bilaterales de inversión y capítulos de inversiones de los TLC se ha disparado
en los últimos años. Ya el Perú está siendo demandado por un valor de US$6 mil
millones".
Los países ahora participantes lo ven como una
oportunidad para ampliar sus intercambios comerciales, Con la entrada de EEUU,
evidentemente el TPP cambió de carácter y de dimensión. En 2011, los
nueve países parte del TPP generaron un PIB total de US$ 17,8 billones,
del cual el 85% corresponde a EEUU, un 5% de cuyos flujos comerciales es
con los demás países del bloque. Si se suman México, Canadá y Japón, el
TPP se convertiría en el bloque comercial más grande del mundo, con una población
de unas 700 millones de personas y una actividad económica que actualmente suma
alrededor de US$ 26,6 billones.
No obstante, EEUU ya mantiene tratados de libre
comercio (TLCs) con la mayoría de los países parte del TPP, entonces
para este país, no significaría mucha ganancia en términos comerciales. Más bien,
hay fuertes indicios de que Washington busca aprovechar el tratado para
introducir aspectos que no ha logrado conseguir por otras vías, tanto de los países
contrapartes, como en su propio sistema legislativo. No obstante el sigilo que
recubre los textos en negociación, dos capítulos han sido filtrados a la
luz pública, que permiten apreciar el tenor de los contenidos. Se trata de los
capítulos de inversiones y de propiedad intelectual.
Capítulo de
Inversiones
En el
documento filtrado se hace una definición muy amplia de la inversión, y se
propone cláusulas de protección que cubrirían no solo las inversiones
extranjeras existentes, sino también acciones y derivados, asociaciones público-privadas,
minería, licencias y permisos de manufactura, e incluso las ganancias futuras
estimadas. Prevé nuevas salvaguardas para inversores que podrían limitar
severamente la capacidad de regulación de los Estados parte.
Este tratado abarca mucho más que solo aspectos
comerciales. Contiene unos 26 capítulos que incluyen, entre otros: aduanas,
servicios transfronterizos, telecomunicaciones, compras públicas, políticas de
competencia, cooperación y desarrollo de capacidades, inversiones, servicios
financieros, regulaciones ambientales y derechos de propiedad intelectual.
Adicionalmente, el capítulo de inversiones prevé el recurso a un tribunal
internacional de arbitración –como el CIADI u otro- para resolver litigios
entre inversores privados y Estados nacionales. Implica expandir la experiencia
del TLCAN y otros tratados similares, que permiten a las empresas cuestionar
leyes nacionales -incluso las que protegen el interés público- y exigir
una compensación si consideran que afectan sus intereses. Hasta ahora, como
resultado de juicios de este tipo bajo los parámetros de TLC existentes, los
países en desarrollo han tenido que desembolsar más de $350 millones de dólares
en compensación a corporaciones privadas.
Propiedad
intelectual
Este capítulo
parece ser el que “incorpora los cambios más sustantivos al derecho
internacional”. Los derechos de autor propuestos son desmedidos,
superando incluso lo ya existente en EEUU: se extiende el periodo de protección
a un mínimo de 70 años luego de la muerte del autor, o a no menos de 95 años
desde la primera publicación autorizada. En la ley estadounidense, los
70 años es el tope, mientras que el acuerdo TRIPS de la OMC fija ambos plazos
en 50 años. Otro aspecto cuestionado de este capítulo del TPP se refiere a la
facilitación y expansión de estándares de patentes. Por ejemplo, permitiría
patentar pequeñas modificaciones a una invención existente, un subterfugio que
las empresas farmacéuticas utilizan para poder renovar indefinidamente las
patentes de los medicamentos y demorar la introducción de versiones genéricas. El
documento especifica también que se podrá patentar plantas y animales –algo que
muchos países prohíben-, como también métodos de diagnóstico, terapia y cirugía
para el tratamiento de seres humanos o animales.
Cuando el imperio es incapaz de
mantener su hegemonía aportando soluciones a las crisis sistémicas, vividas
hasta ahora, recurre a la “hegemonía explotadora” con toda la violencia y la
destrucción que la acompaña. Así sucedió en la decadencia de la hegemonía
imperial de Holanda. Fue tratando de salvarse imponiendo el libre comercio con
una hegemonía explotadora que terminó en el imperio británico, y algo similar
pero de naturaleza diferente es lo que desde hace ya unas tres décadas estamos
presenciando en la decadencia de la hegemonía mundial de Estados Unidos.
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