martes, 29 de octubre de 2013

3 de Octubre



Por Carlos Bernales

Para quienes aun tenemos el recuerdo, el 3 de Octubre de 1968 amaneció en Lima al ritmo de las marchas militares, el anuncio de golpe de Estado y los bandos de la Junta Militar que los noticieros propalaban. Despertamos con la sensación de peligro. Los estudiantes de la UNI teníamos tomado el local de la Universidad exigiendo más rentas al gobierno de Belaúnde que agonizaba de corrupción y mediocridad. También, demandábamos planes de estudios enfocados en la realidad peruana.
Ese día la toma fue total y montamos guardia en la suposición de que los cachacos asaltarían la Universidad.
6 días después, el 9 de octubre, cuando las tropas apoyadas por tanques y, comandadas por el general Fermín Málaga, ocuparon las instalaciones petroleras de la IPC, en Talara, el rector de la UNI, Santiago Agurto Calvo, ordenó el izamiento de la bandera del Pabellón Central saludando como histórico el acontecimiento que insuflaba de nacionalismo a todo el Perú, dando origen a lo que luego se proclamó como el Día de la Dignidad.
El 31 de diciembre del 68 se decreta la nacionalización de la Banca (no confundir nacionalización con estatización) que exigía que el accionariado mayoritario de los bancos fuese de capital nacional. Esto posibilitó que el grupo Romero, engreído de Velasco, se hiciera del Banco de Crédito hasta entonces de propiedad italiana. También se nacionalizó y estatizó la Cerro de Pasco Corp. y Marcona Mining.
El 29 de Junio de 1969 se decreta la Ley de Reforma Agraria y el lema “el patrón no comerá más de tu pobreza” hizo carne y habitó entre los campesinos que hasta entonces eran un ente esclavizado que trabajaba gratis para los hacendados sin la esperanza de un salario digno.

¿Comunismo en el Perú?

Para la derecha peruana, cuya turbidez le impide visualizar proyecciones históricas, este fue un cuartelazo de izquierda: el “comunismo” se había instalado en el poder y los estaba destruyendo arrebatándole sus propiedades. El establecimiento de relaciones con Rusia y los países del oriente europeo, que en el gobierno de Prado habían sido considerados poco menos que la antesala del infierno, era para esta derecha “bruta y achorada” la confirmación de que Perú se incorporaba al eje del mal.
La izquierda y demás clase política, dividió sus puntos de vista entre quienes consideraban que estábamos ante un golpe “fascista” (Patria Roja y Sendero Luminoso, a los que se sumaba el Apra y tímidamente el PPC), entre quienes se sentían realizados con las reformas velasquistas (PCP, PSP, DC) y finalmente quienes intentaron una explicación dentro de la lógica del capitalismo de Estado, (Trotskistas, Sociedad y Política, MIR).

45 años después

Ya ha pasado tiempo suficiente para que se pueda hacer un análisis “sin reír, ni llorar, entendiendo” como decían León Trotsky y Arnold Toynbee, el historiador y filósofo inglés.
El contexto en el que se dio el golpe de Estado de Velasco Alvarado, a nivel latinoamericano y mundial estaba marcado por la revolución cubana y los esfuerzos pacíficos y violentos del imperio norteamericano para impedir su extensión.
En 1961, el 13 de Marzo, ante una recepción en la Casa Blanca, el entonces presidente John F. Kennedy anuncia la propuesta de una ayuda económica de EEUU, calculada en 20 mil millones de dólares, que serían financiados por el BID y otros entes financieros reunidos en la Fundación Panamericana de Desarrollo, para llevar a cabo reformas de carácter social (educación, sanidad, vivienda) y político (acabar con dictaduras y reformar el estado para posibilitar la expansión del sistema capitalista, frenado por una estructura agraria feudal totalmente anacrónica.

Cabe destacar que la oposición de la mayoría de países latinoamericanos, calificados de “estructura agraria feudal”, entre ellos Perú, expresaban su oposición a la Alianza para el Progreso y sus intenciones de boicotearla.

El CAEM

Un papel importante en la calificación de los militares que acompañaron a Velasco, fue su adiestramiento en el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), fundado por el dictador Odría en 1954, para formar oficiales de alto mando, pero que con el tiempo, la incorporación y expansión de las ciencias sociales modernas, terminó abriendo el debate acerca de las posibilidades de desarrollo para el Perú, posibilitando el surgimiento de ideas nacionalistas entre los militares peruanos. Todo un “think tank” que por vez primera, en la historia republicana, se interesaba en pensar sobre Perú como país y como sistema. Esto también convertía a las FFAA en una especie de partido político-militar, entrenado para gobernar.
Un hecho poco considerado como antecedente del reformismo velasquista, fue el golpe de Estado de 1962 que destituye del poder al gobierno oligárquico de Manuel Prado y otorga poderes a una Junta Militar presidida por el general Ricardo Pérez Godoy. Bajo el corto período de este gobernante, la política represiva contra la izquierda y los movimientos sociales fue feroz aunque poco cruenta, al mismo tiempo que legalizaba la reforma agraria decretada por el Sindicato Campesino del Valle de la Convención y Lares, dirigido por Hugo Blanco y que por tener hondas raíces populares, tuvo resultados económicos ampliamente satisfactorios, como lo demuestra el grado de desarrollo de la zona, que perdura aun hoy en día.
Una conmoción y no secundaria, es la que provocaría el alzamiento guerrillero de, MIR en 1965, ex Apra Rebelde, con Luis de la Puente Uceda al mando. Aunque este movimiento fue derrotado en pocos días con bastante facilidad, dio origen a un debate entre los militares que no dejaban de preguntarse respecto a los resultados si en vez de aislarse, los guerrilleros hubiesen sido parte de una demanda nacional de lucha por la tierra, cuyos remecimientos, no habían acabado con el apresamiento del líder campesino Hugo Blanco, a fines de mayo de 1963.

Plan Inca

Por eso, bajo los lineamientos generales de la Alianza para el Progreso, pero tomando en cuenta las demandas sociales más sentidas por la población, el llamado Plan Inca se implanta a partir del 3 de Octubre de 1968, teniendo como ejes: ampliar las bases del capitalismo peruano, reforzándolo a partir de ciertas medidas keynesianas, de capitalismo de Estado, y por otro lado, disolver las movilizaciones y sociales, burocratizando sus demandas.
Carlos Rossi, un científico social brasileño, hizo un extenso estudio de las trasformaciones sociales en nuestro continente en un libro de fines de los 60, “La revolución permanente en América Latina”, en el que analiza diferentes procesos de reformas habidas en parte de nuestros países, distinguiendo “revoluciones por arriba” (Argentina, con el peronismo, Brasil, con Getulio Vargas y Perú con Velasco),  y “revoluciones por abajo” (México, Bolivia).

¿Revolución peruana? Tampoco, tan poco fue tanto

La espectacular toma de Talara con tanques incluida, no fue tan radical como algunos sugieren. EEUU, en defensa de la IPC, amenazó con la enmienda Hickenlooper de embargar al Perú, por ello, entre gallos y medianoche se firmó el convenio De la Flor-Greene por el que Perú indemnizó a la Exxon, propietaria de la IPC, con 76 millones de dólares perdonando a la vez una enorme deuda que la empresa yanqui adeudaba al Estado peruano por impuestos que nunca pagó.
En cuanto a la reforma agraria, la estructura burocrática que se implantó en las cooperativas agrarias y las SAIS (Sociedades Agrícolas de Interés Social), no permitió que el rico bagaje histórico de la agricultura indígena llegara a florecer, ni siquiera a manifestarse. Los burócratas militares y una tecnocracia ineficiente impidió que esta reforma agraria fuera el inicio de algo, con excepción de lo único positivo y rescatable, posibilitó que millones de campesinos tuvieran acceso al mundo salarial, con lo que ingresaron a la era del mercado. Ya podían comprar su radio a transistores, activados por la “pila chola”.
En el campo de la industria fue donde se reveló la poca o apenas incipiente capacidad empresarial de la parasitaria y mediocre burguesía peruana.  Ésta, lejos de aprovechar el desarrollo de las empresas estatales que fueron conformándose a través de estratégicos parques industriales, petardearon su crecimiento y bloqueando lo que hubiese sido su desarrollo económico como clase.

El capitalismo de Estado solo es transitorio

Carlos Rossi, en el libro señalado, hace un paralelo con lo que sucedía simultáneamente en Perú y en Brasil. En el Perú, un régimen militar reformista, relativamente pacífico y poco represivo, en Brasil un régimen criminalmente represivo, pero ambos llevando a cabo procesos de estatización y nacionalización. Años después, Brasil se convierte en la 5ta. Economía del mundo y Perú no alcanza siquiera a perfilarse como país en vías de desarrollo como eufemísticamente se le dice ahora. ¿Por qué?
Es que en Brasil, si llegó a cuajar una burguesía industrial que supo protegerse, y asumir la doctrina expresada por Lincoln, “si compras al extranjero, no produces nada y ellos se lo llevan todo, si desarrollas tu producción, tendrás industrias y riquezas que quedarán en casa”.
La burguesía peruana se rindió. Su genético parasitismo fue más fuerte se negó a convertirse en una moderna clase industrial; como el escorpión de la fábula, decidió aguijonarse antes de llegar a la otra orilla.
Por ello, hasta hoy, la extrema derecha peruana sigue odiando a Velasco, el presidente que con sus reformas posibilitó el relativo crecimiento que hoy permite a muchos peruanos existir como consumidores. Sin la reforma agraria de entonces, el Perú, seguiría siendo un país de indios sin salarios con las nalgas marcadas con hierros candentes, como el ganado, por los hacendados que los consideraban de su propiedad. O quien sabe la movilización campesina hubiera desatado una revolución social que hubiese iniciado el cambio del continente.

¿El chino que cambió la historia?

Fue un “chino”, entonces, quien contribuyó a cambiar la historia del Perú, pero no el “chino” Fujimori, hoy con toda justicia preso por ladrón y asesino.
Posibilitar, desde 1969, que el trabajo sea asalariado, que nadie trabaje gratis para un explotador, hizo posible la incorporación de millones de peruanos al mercado de consumo. Nos guste o no y así sea el único buen acto de su gobierno, (que también puso su parte en la historia de la corrupción del Estado peruano) ese mérito, que responde a siglos de lucha por la recuperación de la tierra, es el que ha posibilitado el desarrollo económico de una parte de la población peruana y es justo reconocer que se debe al “chino” Juan Velasco Alvarado. Hasta ahí nomás.
La lucha por un país justo, una sociedad de semejantes y una economía de distribución equitativa y solidaria, no ha acabado y esta parte de la historia es una hoja que los peruanos más pronto que tarde habrán de voltear.

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