Por Carlos Bernales
Para quienes aun tenemos el recuerdo, el 3 de
Octubre de 1968 amaneció en Lima al ritmo de las marchas militares, el anuncio
de golpe de Estado y los bandos de la Junta Militar que los noticieros propalaban.
Despertamos con la sensación de peligro. Los estudiantes de la UNI teníamos
tomado el local de la Universidad exigiendo más rentas al gobierno de Belaúnde que
agonizaba de corrupción y mediocridad. También, demandábamos planes de estudios
enfocados en la realidad peruana.
Ese día la toma fue total y montamos guardia en la suposición de que los cachacos asaltarían la Universidad.
Ese día la toma fue total y montamos guardia en la suposición de que los cachacos asaltarían la Universidad.
6 días después, el 9 de octubre, cuando las
tropas apoyadas por tanques y, comandadas por el general Fermín Málaga,
ocuparon las instalaciones petroleras de la IPC, en Talara, el rector de la UNI,
Santiago Agurto Calvo, ordenó el izamiento de la bandera del Pabellón Central
saludando como histórico el acontecimiento que insuflaba de nacionalismo a todo
el Perú, dando origen a lo que luego se proclamó como el Día de la Dignidad.
El 31 de diciembre del 68 se decreta la
nacionalización de la Banca (no confundir nacionalización con estatización) que
exigía que el accionariado mayoritario de los bancos fuese de capital nacional.
Esto posibilitó que el grupo Romero, engreído de Velasco, se hiciera del Banco
de Crédito hasta entonces de propiedad italiana. También se nacionalizó y
estatizó la Cerro de Pasco Corp. y Marcona Mining.
El 29 de Junio de 1969 se decreta la Ley de
Reforma Agraria y el lema “el patrón no comerá más de tu pobreza” hizo carne y
habitó entre los campesinos que hasta entonces eran un ente esclavizado que
trabajaba gratis para los hacendados sin la esperanza de un salario digno.
¿Comunismo en el
Perú?
Para la derecha peruana, cuya turbidez le
impide visualizar proyecciones históricas, este fue un cuartelazo de izquierda:
el “comunismo” se había instalado en el poder y los estaba destruyendo
arrebatándole sus propiedades. El establecimiento de relaciones con Rusia y los
países del oriente europeo, que en el gobierno de Prado habían sido
considerados poco menos que la antesala del infierno, era para esta derecha
“bruta y achorada” la confirmación de que Perú se incorporaba al eje del mal.
La izquierda y demás clase política, dividió
sus puntos de vista entre quienes consideraban que estábamos ante un golpe
“fascista” (Patria Roja y Sendero Luminoso, a los que se sumaba el Apra y
tímidamente el PPC), entre quienes se sentían realizados con las reformas
velasquistas (PCP, PSP, DC) y finalmente quienes intentaron una explicación
dentro de la lógica del capitalismo de Estado, (Trotskistas, Sociedad y
Política, MIR).
45 años después
Ya ha pasado tiempo suficiente para que se
pueda hacer un análisis “sin reír, ni llorar, entendiendo” como decían León
Trotsky y Arnold Toynbee, el historiador y filósofo inglés.
El contexto en el que se dio el golpe de Estado
de Velasco Alvarado, a nivel latinoamericano y mundial estaba marcado por la
revolución cubana y los esfuerzos pacíficos y violentos del imperio
norteamericano para impedir su extensión.
En 1961, el 13 de Marzo, ante una recepción
en la Casa Blanca, el entonces presidente John F. Kennedy anuncia la propuesta
de una ayuda económica de EEUU, calculada en 20 mil millones de dólares, que
serían financiados por el BID y otros entes financieros reunidos en la
Fundación Panamericana de Desarrollo, para llevar a cabo reformas de carácter
social (educación, sanidad, vivienda) y político (acabar con dictaduras y
reformar el estado para posibilitar la expansión del sistema capitalista,
frenado por una estructura agraria feudal totalmente anacrónica.
Cabe destacar que la oposición de la mayoría
de países latinoamericanos, calificados de “estructura agraria feudal”, entre
ellos Perú, expresaban su oposición a la Alianza para el Progreso y sus
intenciones de boicotearla.
El CAEM
Un papel importante en la calificación de los
militares que acompañaron a Velasco, fue su adiestramiento en el Centro de
Altos Estudios Militares (CAEM), fundado por el dictador Odría en 1954, para
formar oficiales de alto mando, pero que con el tiempo, la incorporación y
expansión de las ciencias sociales modernas, terminó abriendo el debate acerca
de las posibilidades de desarrollo para el Perú, posibilitando el surgimiento
de ideas nacionalistas entre los militares peruanos. Todo un “think tank” que
por vez primera, en la historia republicana, se interesaba en pensar sobre Perú
como país y como sistema. Esto también convertía a las FFAA en una especie de
partido político-militar, entrenado para gobernar.
Un hecho poco considerado como antecedente
del reformismo velasquista, fue el golpe de Estado de 1962 que destituye del
poder al gobierno oligárquico de Manuel Prado y otorga poderes a una Junta
Militar presidida por el general Ricardo Pérez Godoy. Bajo el corto período de
este gobernante, la política represiva contra la izquierda y los movimientos
sociales fue feroz aunque poco cruenta, al mismo tiempo que legalizaba la
reforma agraria decretada por el Sindicato Campesino del Valle de la Convención
y Lares, dirigido por Hugo Blanco y que por tener hondas raíces
populares, tuvo resultados económicos ampliamente satisfactorios, como lo
demuestra el grado de desarrollo de la zona, que perdura aun hoy en día.
Una conmoción y no secundaria, es la que
provocaría el alzamiento guerrillero de, MIR en 1965, ex Apra Rebelde, con Luis
de la Puente Uceda al mando. Aunque este movimiento fue derrotado en pocos días
con bastante facilidad, dio origen a un debate entre los militares que no
dejaban de preguntarse respecto a los resultados si en vez de aislarse, los
guerrilleros hubiesen sido parte de una demanda nacional de lucha por la
tierra, cuyos remecimientos, no habían acabado con el apresamiento del líder campesino Hugo Blanco, a fines de
mayo de 1963.
Plan Inca
Por eso, bajo los lineamientos generales de
la Alianza para el Progreso, pero tomando en cuenta las demandas sociales más
sentidas por la población, el llamado Plan Inca se implanta a partir del 3 de
Octubre de 1968, teniendo como ejes: ampliar las bases del capitalismo peruano,
reforzándolo a partir de ciertas medidas keynesianas, de capitalismo de Estado,
y por otro lado, disolver las movilizaciones y sociales, burocratizando sus demandas.
Carlos Rossi, un científico social brasileño,
hizo un extenso estudio de las trasformaciones sociales en nuestro continente
en un libro de fines de los 60, “La revolución permanente en América Latina”,
en el que analiza diferentes procesos de reformas habidas en parte de nuestros
países, distinguiendo “revoluciones por arriba” (Argentina, con el peronismo,
Brasil, con Getulio Vargas y Perú con Velasco), y “revoluciones por abajo” (México, Bolivia).
¿Revolución
peruana? Tampoco, tan poco fue tanto
La espectacular toma de Talara con tanques
incluida, no fue tan radical como algunos sugieren. EEUU, en defensa de la IPC,
amenazó con la enmienda Hickenlooper de embargar al Perú, por ello, entre
gallos y medianoche se firmó el convenio De la Flor-Greene por el que Perú
indemnizó a la Exxon, propietaria de la IPC, con 76 millones de dólares
perdonando a la vez una enorme deuda que la empresa yanqui adeudaba al Estado
peruano por impuestos que nunca pagó.
En cuanto a la reforma agraria, la estructura
burocrática que se implantó en las cooperativas agrarias y las SAIS (Sociedades
Agrícolas de Interés Social), no permitió que el rico bagaje histórico de la
agricultura indígena llegara a florecer, ni siquiera a manifestarse. Los
burócratas militares y una tecnocracia ineficiente impidió que esta reforma
agraria fuera el inicio de algo, con excepción de lo único positivo y
rescatable, posibilitó que millones de campesinos tuvieran acceso al mundo
salarial, con lo que ingresaron a la era del mercado. Ya podían comprar su
radio a transistores, activados por la “pila chola”.
En el campo de la industria fue donde se
reveló la poca o apenas incipiente capacidad empresarial de la parasitaria y
mediocre burguesía peruana. Ésta,
lejos de aprovechar el desarrollo de las empresas estatales que fueron
conformándose a través de estratégicos parques industriales, petardearon su
crecimiento y bloqueando lo que hubiese sido su desarrollo económico como
clase.
El capitalismo de
Estado solo es transitorio
Carlos Rossi, en el libro señalado, hace un
paralelo con lo que sucedía simultáneamente en Perú y en Brasil. En el Perú, un
régimen militar reformista, relativamente pacífico y poco represivo, en Brasil
un régimen criminalmente represivo, pero ambos llevando a cabo procesos de
estatización y nacionalización. Años después, Brasil se convierte en la 5ta.
Economía del mundo y Perú no alcanza siquiera a perfilarse como país en vías de
desarrollo como eufemísticamente se le dice ahora. ¿Por qué?
Es que en Brasil, si llegó a cuajar una
burguesía industrial que supo protegerse, y asumir la doctrina expresada por
Lincoln, “si compras al extranjero, no produces nada y ellos se lo llevan todo,
si desarrollas tu producción, tendrás industrias y riquezas que quedarán en
casa”.
La burguesía peruana se rindió. Su genético
parasitismo fue más fuerte se negó a convertirse en una moderna clase
industrial; como el escorpión de la fábula, decidió aguijonarse antes de llegar
a la otra orilla.
Por ello, hasta hoy, la extrema derecha
peruana sigue odiando a Velasco, el presidente que con sus reformas posibilitó
el relativo crecimiento que hoy permite a muchos peruanos existir como
consumidores. Sin la reforma agraria de entonces, el Perú, seguiría siendo un
país de indios sin salarios con las nalgas marcadas con hierros candentes, como
el ganado, por los hacendados que los consideraban de su propiedad. O quien
sabe la movilización campesina hubiera desatado una revolución social que
hubiese iniciado el cambio del continente.
¿El chino que
cambió la historia?
Fue un “chino”, entonces, quien contribuyó a
cambiar la historia del Perú, pero no el “chino” Fujimori, hoy con toda
justicia preso por ladrón y asesino.
Posibilitar,
desde 1969, que el trabajo sea
asalariado, que nadie trabaje gratis para un explotador, hizo posible la
incorporación
de millones de peruanos al mercado de consumo. Nos guste o no y así sea
el
único buen acto de su gobierno, (que también puso su parte en la
historia de la
corrupción del Estado peruano) ese mérito, que responde a siglos de
lucha por la recuperación de la tierra, es el que ha posibilitado el
desarrollo económico de una parte de la población peruana y es justo
reconocer
que se debe al “chino” Juan Velasco Alvarado. Hasta ahí nomás.
La lucha por un país justo, una sociedad de
semejantes y una economía de distribución equitativa y solidaria, no ha acabado
y esta parte de la historia es una hoja que los peruanos más pronto que tarde
habrán de voltear.
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