domingo, 24 de noviembre de 2013

El pago a la Tierra


Una de las barbaridades del monoteísmo cristiano es haber distanciado a los seres humanos de la madre naturaleza, generando la “separatidad” a la que se refiere Erik Fromm, en su libro El arte de amar. Recordemos que previo al cristianismo, los seres humanos politeístas, movían sus resortes imaginarios creando dioses tanto en los fenómenos naturales, el Sol, la Luna, el Rayo, etcétera, como en los beneficios naturales, dios de la Agricultura, diosa de la fertilidad, dios de la buena salud, dios del vino, y así sucesivamente con algunas de las importantes actividades humanas que contribuyen al bienestar.
Los indígenas que poblaban el continente americano sintieron cómo los invasores cristianos, rompieron a sangre y fuego cada una de sus tradiciones culturales. Una de ellas el pago a la tierra por los frutos que produce ésta para el bienestar de hombres, mujeres y niños. Cuando a fines del siglo XVII, aparecen los invasores ingleses a las tierras del norte del continente, bautizado como América, se sabe que víctimas del hambre, entre 1620-21 murieron la mitad de los habitantes de la Colonia Plymouth (hoy parte del estado de Massachusetts). Es que no tuvieron suficiente alimento y ya era muy tarde para producir cosechas.
    Los indígenas, testigos del drama de los recién llegados, les enseñaron a sembrar maíz entre otros cultivos. También les ayudaron a cazar y pescar. Mientras tanto, compartieron sus alimentos con los colonos. Al llegar la nueva temporada de cosechas, se obtuvieron excelentes productos y en abundancia. Esto coincidía con la temporada en la que los indígenas agradecían haciendo pagos a la Tierra, que pronto, los colonos imitaron agradeciendo a su Dios, e invitando a los indígenas a compartir un banquete demostrando cuanto habían aprendido a usar sus recetas culinarias.
     Tal acción se convirtió en una tradición que se oficializaría recién en 1941, cuando se decreta el Día de acción de Gracias.
      Volviendo a la historia, cabe destacar que el menú que constituye la tradición hasta nuestros días, es absolutamente indígena: pavo, relleno de pan de maíz y salvia que se sirva con una salsa de arándanos rojos, además, se sirven camotes horneados, pastel de calabaza, como postre. Con el curso de los años, se ha ido agregando el puré de papas entre otros ingredientes hasta completar la tradición actual.
      Una vez que estuvieron bien servidos y que aprendieron a tener buenas cosechas, el pago que estos colonos dieron a los indígenas fue apoderarse de sus tierras, exterminarlos y a los sobrevivientes enviarlos a “reservaciones” o  simplemente considerarlos ilegales, título que reciben los herederos de los indígenas que, empujados a México, sufren todo tipo de persecución y martirio por querer retornar a la tierra de sus antepasados.
      A pesar de todo lo pasado, hoy la fiesta continúa también entre los marginados, quienes imploran a la madre naturaleza para que ablande el corazón de los descendientes de los invasores y permitan que el beneficio de estas tierras sea compartido entre todos los seres humanos sin discriminación. (KB)

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