Marcha contra la discriminación racial, en la Playa Asia (Eisha), en Lima, Perú |
Por Cabe
El caso del presidente regional de Ancash, César Álvarez, no es un caso aislado.
Tampoco involucra solo a las 19 personas que han sido arrestadas junto a él.
Aquí hay más de un gato encerrado. Por lo pronto involucra de manera inmediata
a Fuad Khouri, Procurador General de
la República, quien en lugar de calentar asiento y poner la lupa, por encargo
por supuesto, en Cajamarca donde, qué casualidad el presidente regional es de
izquierda y además ¡HORROR! “antiminero, se la pasó mirando de costado cuando se
trataba de Álvarez, Alan García, el “mudo” Comunicore Castañeda y cuantos
representan la corrupción en el Perú.
Ni qué decir del Fiscal de la
Nación, José Peláez Bardales, cuyo
trabajo parece ser el de archivero y lavandero, porque se las ha pasado
“archivando” casos notorios de corrupción del Estado y escobilla y lejía
blanqueando las imágenes de Castañeda, Toledo y especialmente de su
“con-pañuelo” Alan García. Sí, porque Bardales confesa la religión de la
estrella.
Tampoco se salva Enrique Mendoza, presidente de la Corte
Suprema, mas interesado en denunciar que los 1,549 millones de soles que recibe
de presupuesto por no hacer nada, no le alcanzan para bajarle la venda a la
Justicia, sin embargo se la pasa propagando la idea de que la dignidad de los
jueces depende del monto de su salario: si ganan poco se corrompen… ¿será
cierto que es “tan difícil caminar derecho” como decía una primera dama?
Y ¿dónde dejamos a Óscar Urviola, presidente del Tribunal
Constitucional? Este sujeto mas parece presidente de la repartija, porque es
otro de los que ha estado muy entretenido decretando acciones de amparo para
proteger al delincuente Alan García y demás cómplices al impedir que las
propias declaraciones de ese malhechor sirvan como base para la acusación
constitucional que pudo surgir de las denuncias contenidas en las
investigaciones de la llamada Megacomisión, presidida por uno de los pocos
intachables que existen en la política peruana, el congresista Sergio Tejada.
¿Y la PNP (Policía Nacional del Perú)?
Mas parece que las cejas levantadas de Jorge
Flores Goycochea, que debieran servir para mantener los ojos bien abiertos,
solo son una pose “metrosexual”, de quien se la pasa de tapadera que oculta la
corrupción interna, que involucra a su institución, a la que el caso Álvarez, más allá de los actos corruptos de su gobierno, muestra una
sospechosa alianza con sicarios prestados de las mafias de narcotraficantes,
que merodean al gobierno ancashino convertido en santuario de la delincuencia
con la complicidad de la policía.
¿No creen que el presidente
Ollanta “cosito” Humala, es también cómplice en este desmadre? ¿No
debió ser el primero en distanciarse de los hechos inmundos y de los
personajes corruptos que él denunciaba cuando era candidato? ¿Será que le saben algo que lo
sujeta más que los brassieres a
Nadine?
¿Y los medios de
prensa?
Salvo los importantes editoriales de César Lévano y
las investigaciones de Raúl Wiener, hay muy pocos periodistas y medios que realmente escapan a
la complicidad.
Es que la mayoría de
estos medios no solo pertenecen al grupo El
Comercio, en el que Martha Meier Miró-Quesada, mandamás de la
empresa y su felpudini, Fritz Dubois,
ambos comprometidos con la mafia fujimontesinista que gobernó el país en la década de
los 90, dirigen la comparsa ideológica del neoliberalismo capitalista a cuyo
pensamiento único se consagran.
Lo real es que el “caso Álvarez”
destapa un hecho incontrovertible: el Estado capitalista es un ente mafioso actuando
con total impunidad representando un sistema que se mueve en la corrupción como
pez en el agua. El Estado siempre ha reflejado el modo de actuar de las clases
dominantes y hoy se revela que la burguesía, comenzando por aquella de los
países imperialistas que es donde comienza la cosa, llegando a la burguesía
peruana, flota cómodamente en las aguas salidas de la cloaca capitalista.
Los grandes negocios, los
manejos económicos, los tratados de libre comercio, los contratos de explotación de
recursos, las contribuciones de las grandes corporaciones, las services, las
leyes que se crean desde el Congreso, la constitución fujimontesinista, cada uno de
los ministerios, todo lo que se integra al Estado, en absoluto, está marcado
por la corrupción.
¿Es posible reformar ese Estado para convertirlo en una institución que gobierne para el bienestar
del pueblo?
No.
Es tarea de los revolucionarios
socialistas pensar en la destrucción de ese monstruoso Estado criminal. También
es tarea pensar en la forma de autogobierno que merecen los pueblos.
Los reformistas, una vez mas, insisten
en que de llegar, ellos, al poder lograrán la gran transformación sin
destruir al Estado capitalista. Mienten. Sus extrañas alianzas los delatan. En los
90 votaron por Fujimori, pensando en que sería el “mal menor”. Luego soñaron con
el Tahuantinsuyo y votaron por Toledo. Nuevamente se sienten “traicionados” por
un Humala que nunca dijo que estaba de acuerdo con ellos. Hoy, pensando en las
elecciones del 2016, ya tienen la frente amplia (aunque vacía), o el
Frente Amplio, y ya se están batiendo en la licuadora con algunos impresentables como la
alcaldesa Susana Villarán que al haber perdido la legalidad de su partido Fuerza Social, hoy
se apresta a llegar a un acuerdo con Toledo cuyo desprestigiado partido Perú Posible
le serviría de vientre de alquiler.
Respecto de estos reformistas
hay que recordarle al pueblo que quien
marcha en compañía del diablo, nunca alcanza el
cielo.
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