Lectura sobre
el retorno del Ecuador al Banco Mundial
Alberto Acosta,
publicado
en rebelion.org
“Mientras más
lejos tengamos al FMI y al BM, los grandes culpables de la debacle de América
Latina en los últimos 20 años, mejor nos irá”. Rafael Correa, octubre 2007.
“El Banco
Mundial está atrás de nosotros para colocarnos financiamiento, porque admiran
el crecimiento del país y el desempeño de la economía”.
Rafael
Correa, abril 2014
Entre las dos declaraciones presidenciales han
pasado casi siete años y mucha agua ha corrido bajo el puente. Desde una
lectura superficial, podría creerse que, transcurrido todo este tiempo, han
acontecido diversos cambios que podrían explicar esta variación indudablemente
significativa de la posición oficial. Y que inclusive esta noticia sería
positiva para el país.
Existen varias posibilidades. En
términos gruesos podríamos pensar en las dos orillas de un amplio abanico de
opciones. Por una parte podría suceder que el Banco Mundial, en estos últimos
años, de alguna manera mágica ha abandonado la ortodoxia que le ha
caracterizado a lo largo de la historia reciente, hasta llegar a sintonizarse
con los procesos propuestos por los gobiernos “progresistas”. La otra opción
sería que, en realidad es el gobierno ecuatoriano quien ha abandonado los
postulados iniciales del proyecto de Alianza PAÍS en el 2006, presentando
importantes logros en línea con las demandas del capitalismo metropolitano, que
merecen un reconocimiento del Banco Mundial (1). Entre esas dos aproximaciones,
cabrían muchas otras que, de una u otra manera, sintetizan la creciente
necesidad de financiamiento externo del gobierno ecuatoriano.
La fiebre por recursos financieros
Este es o debería ser el punto de partida del
análisis: ¿Cómo entender y justificar la creciente demanda de recursos
financieros por parte del gobierno?
Desde inicios del proyecto, el esquema
económico propuesto por el gobierno del presidente Correa, buscó superar la
visión neoliberal recuperando a su vez el papel del Estado en la economía.
Parecía que atrás quedaron las imposiciones del FMI y del Banco Mundial, que
propiciaban un manejo económico “ortodoxo, conservador y prudente”. El Consenso
de Washington, en particular su discurso, había sido archivado como un mal
recuerdo de una larga y triste noche para nuestro país. En síntesis, las
políticas macroeconómicas restrictivas de inspiración neoliberal asomaban como
parte del pasado.
Indudablemente el Estado ha recuperado un papel central en
la economía. Y se expresa, por ejemplo, en la cuantiosa inversión pública que
requiere de gran cantidad de financiamiento.
Pero finalmente ese Estado ha
devenido solo un nuevo comensal cada vez más activo en el banquete de una
recomposición capitalista. Los ingresos fiscales no han faltado. El gobierno de
Correa gana por goleada a cualquier otro gobierno anterior, en lo que se
refiere a ingresos por exportaciones petroleras. Este gobierno discurrió bajo
condiciones muy particulares de altos precios y demanda en el mercado
internacional, y ello le permitió contar con enormes recursos por exportaciones
petroleras.
A más de los petroleros, hay que sumar los ingresos tributarios.
Igualmente, al inicio de su gestión, el gobierno contó con recursos congelados
en diversos fondos petroleros durante los gobiernos anteriores.
Así mismo, ha recurrido también al
uso productivo de recursos acumulados en la reserva de libre disponibilidad
(sobre todo en el momento de mayor impacto de la crisis internacional:
2008-2009). Y el actual, al igual que los gobiernos anteriores, acumuló
préstamos del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), aunque en
cantidades muy superiores a las entregadas previamente.
Todos estos rubros
sumados -petróleo, tributos, préstamos del IESS y otros- superan largamente las
disponibilidades financieras de los gobiernos anteriores. A esto se añade el
beneficio temporal obtenido por la renegociación de la deuda externa, que permitió
alivianar el pago de intereses en el presupuesto del Estado, particularmente en
los años 2009 y 2010. Este punto debe ser resaltado, tanto desde una
perspectiva meramente fiscal como desde una lectura de economía política para
analizar la lógica gubernamental “altiva y soberana”, que hoy se está
diluyendo.
El sorpresivo crédito del Banco Mundial
Los detalles de la línea de crédito propuesta son
escuetos. Se trataría de un monto de mil millones de dólares. Esto implica una
duplicación del nivel de endeudamiento del Ecuador con el Banco Mundial. Se
habla de un período de pago de treinta años, con un lapso de 15 años de gracia.
La tasa de interés sería LIBOR más 1%. Y, según las informaciones oficiales, en
un principio no habría condiciones… Aunque, como sabemos, las condiciones
vienen a la hora de la presentación de proyectos y de los desembolsos de cada
tramo.
Sin embargo y antes de caer en
triunfalismos apresurados, lo que habría que destacar es que se trata de una
mera línea de crédito. Seguramente no tiene las condicionalidades de otras
épocas, pero no significa que ese dinero está ya disponible o que el gobierno
puede usarlo de la manera que considera más adecuada. Habrá que presentar los
respectivos proyectos para que califiquen dentro de las normativas del Banco
Mundial.
Cabe recordar que en la actualidad existen dos
proyectos financiados por el Banco Mundial.
La relación con el organismo
multilateral, que desde el año 2007 tuvo un perfil bajo, no impidió que se
aprobaran créditos de 205 millones de dólares para el Metro de Quito y 100
millones para un proyecto de sanidad en Manta. (Para obtener estos créditos ya
se marginaron las recomendaciones de la auditoria de la deuda pública del
2008). Una primera conclusión nos dice que el gobierno obtuvo una ampliación de
la línea de crédito existente y la posibilidad de diversificar las fuentes de
financiamiento, cuando podría ser cada vez más difícil obtener más créditos en
la CAF o el BID, así como en China.
¿Eso es todo? No, definitivamente.
Cumplimiento de un ciclo
Antes de adentrarnos en un análisis de las
implicaciones de este crédito, reconozcamos que la deuda externa es, es muchas
veces, la expresión más visible de una evolución que va mucho más allá del
simple campo financiero y aún económico. No tener esto en mente, impediría
hacer un análisis integral de la cuestión.
Para empezar, lo sabemos hasta la
saciedad, no cabe afirmar simplemente que la suspensión de pagos de deuda
externa sea la causa de las repetidas crisis económicas.
Es cierto que la moratoria del año
2009 cerró al Ecuador la puerta de varias líneas de financiamiento y que el
país encontró en China una tabla salvavidas financiera. Sin embargo, esa
decisión significó algunos beneficios al país. Por ejemplo se consiguió
alivianar el peso del servicio de la deuda y, además, el país se desató de las
imposiciones de los organismos multilaterales de crédito, entre otros del
propio Banco Mundial. Y luego de dicha suspensión de pagos, pasado un tiempo,
ahora se opta por regresar a los mercados financieros internacionales.
Vistas así las cosas, los
problemas derivados de la deuda externa, que subsistían en los albores del
siglo XXI, no son nuevos en la historia ecuatoriana. Desde los primeros
empréstitos extranjeros contratados a principios del siglo XIX, hasta la actual
deuda, nuestra economía ha atravesado por una serie de períodos recurrentes de
auge y crisis, estrechamente vinculados a los ciclos de las economías
capitalistas centrales. Esto se explica por la disponibilidad de recursos
financieros que son prestados con relativa facilidad en unas épocas y su cobro,
en otras.
Así, a lo largo de la historia
financiera internacional se puede observar que los países deudores que
repetidamente toman créditos, tienen un auge, declinan, cesan los pagos, pasa
un tiempo vuelven a pedir préstamos y la vida continúa.
Lo que si conviene
dejar sentado es que la renegociación del año 2009, que liberó en parte el peso
de la deuda sobre la economía, no fue completa. Bastaría con analizar el
incumplimiento de las recomendaciones de la Comisión para la Auditoría Integral
del Crédito Público en todos los tramos de la deuda externa: bilateral,
multilateral e inclusive comercial.
El Banco Mundial, un facineroso conocido
El gobierno del presidente Correa dispuso en el año
2008 la suspensión del servicio de una parte de la deuda externa comercial, mas
no de toda la deuda. Esta suspensión de los pagos o moratoria se enmarcó en una
posición programática clara y preconcebida para encontrar mejores condiciones
para su renegociación, y no por la imposibilidad de servir la deuda.
El
gobierno asumió parcialmente los resultados de la Comisión de Auditoría
Integral del Crédito Público.
La Comisión fue creada en el año
2007 ante las reiteradas presiones de diversos grupos de la sociedad civil,
expresadas desde años atrás y que no fueron cristalizadas en los dos gobiernos
precedentes, los cuales habían dado inicialmente algunas señales de apoyar esta
iniciativa ciudadana. El trabajo de dicha Comisión, que tenía más un valor
ético que jurídico, fue, de todas maneras, contundente para la evaluación de
todos los tramos de la deuda pública externa e incluso interna.
En esas condiciones, sin cumplir
todas las recomendaciones de dicha Comisión, Correa solo declaró la suspensión
de pagos de un tramo de la deuda externa comercial, por considerarla ilegítima
e ilegal. Unos meses más tarde, archivando el reclamo de ilegitimidad e
ilegalidad en tanto posibilidad de acciones jurídicas concretas, el gobierno de
Correa recompró parte de los Bonos Global (a 12 y 30 años, no así los Bonos
Global a 15 años), que habían sido declarados en moratoria.
No se entienden las razones por
las cuales no se impugnaron los Bonos Global 2015, cuya emisión tenía como
objeto servir los otros Bonos Global, es decir, provenían de un origen
igualmente cuestionable. Y tampoco se comprende por qué no se asumieron las
recomendaciones de dicha Comisión para los tramos de la deuda bilateral y
multilateral, cargos de irregularidades.
Así las cosas, la indicada auditoría,
siendo un ejercicio histórico de relevancia internacional, no llegó a tener una
trascendencia mayor al no haberse complementado con las correspondientes
respuestas jurídicas y con acciones coherentes.
Tengamos presente que en Ecuador,
tal como ha demostrado el “Informe final de la auditoria integral de la deuda
ecuatoriana” (2008), los acreedores privados aseguraron sus intereses en abierto
contubernio con los organismos multilaterales de crédito: FMI, Banco Mundial,
BID; e, incluso de algunos gobiernos acreedores; casi siempre con el cómplice
apoyo de los negociadores nacionales.
Siguiendo los hallazgos publicados
en este Informe, se configuró una “coalición multilateral para apoyar y
asegurar, en primer lugar, la negociación del Plan Brady, cuya legitimidad y
legalidad están sólidamente cuestionadas en el examen que la Comisión hace de
la deuda comercial; y, con la percepción de ocasión propicia, introducir la
doctrina económica del momento relacionada con la reducción del tamaño y rol
del Estado, las privatizaciones, la liberalización comercial y productiva, a
espaldas de las inequidades prevalecientes y los impactos sociales.”
En la lista de conclusiones de la
Comisión de Auditoría se asevera también que: “Existen pruebas suficientes para
repudiar los préstamos que conforman el grupo examinado en esta parte de la
auditoría de la deuda multilateral e iniciar procesos de anulación y reivindicación
soberana”. Además, se reveló “la presencia simultánea de los factores de
odiosidad, ilegitimidad, ilegalidad e ilicitud.” En este campo el Banco Mundial
fue uno de los actores más destacados.
La casi totalidad de créditos
otorgados por este organismo multilateral -por ejemplo el proyecto Mosta o el
Prodeminca, para citar apenas dos casos- cumplen con esos cuestionamientos.
Además, no hay que olvidar que este Banco, en contubernio con su hermano
siamés, el FMI, fue uno de los causantes de la aplicación de las políticas de
ajuste estructural.
Conocedor de esta realidad, el presidente Correa fue un
duro crítico del Banco Mundial.
No solo que expulsó al
representante de éste casi al asumir la Presidencia de la República, sino que
años más tarde, en el año 2013, llegó a solicitar que “debería comenzar su
discurso pidiendo disculpas por el daño que el Banco Mundial ha hecho a América
Latina y al planeta”, cuando en la XXI Cumbre Iberoamericana en la ciudad de
Asunción en Paraguay, se retiró de la sala por la presencia de un representante
de dicho banco. Según él, “el Banco Mundial fue uno de los heraldos del
neoliberalismo en América Latina”.
Quedan las dudas, por decir lo
menos, sobre una posible transformación del papel del Banco Mundial. Es
probable que ya no defienda a rajatabla y tan dogmáticamente los planteamientos
del neoliberalismo.
Pero eso no significa que no siga
siendo un engranaje fundamental de la lógica financiera del capitalismo
transnacional.
Y no nos olvidemos, la larga historia del endeudamiento externo
así lo demuestra, que l a deuda ha sido un mecanismo de exacción de recursos
desde los países pobres y de imposición de políticas desde los países ricos. La
deuda ha sido y es, en términos de Karl von Clausewitz si hubiera abordado las
finanzas y no la guerra, la continuación de la política por otros medios. Desde
esta lógica la gestión de la deuda externa engarza con otro axioma del propio
Clausewitz, según el cual la deuda ha sido un acto de violencia cuyo objetivo
es forzar al país deudor a hacer la voluntad de los acreedores.
Una lectura financiera de un potencial crédito
Desde el lado de los analistas convencionales, esta
línea de crédito del Banco Mundial es vista con buenos ojos. Es positivo,
dicen, ya no depender solamente de la banca China, que al parecer no quiere continuar
prestándole al país de manera indefinida. Esto, entonces, diversificaría las
fuentes de financiamiento.
Además, destacan las mejores
condiciones crediticias conseguidas. Con estas declaraciones se reconoce
también el elemento simbólico que trae aparejado el endeudamiento con el Banco
Mundial. Es como que el mundo regresara a su orden natural. Por otro lado, y
esto es algo en lo que hay que hacer énfasis, este acercamiento al Banco
Mundial podría facilitar el retorno pleno del país al mercado financiero
internacional, en el que pretende incursionar este año el Gobierno.
En ese sentido se pronunció el
presidente Rafael Correa, quien anunció el domingo 6 de abril, en una
entrevista televisiva, que se hará “una operación de bonos en el mercado
abierto este año” por unos 700 millones de dólares para financiar el
presupuesto de inversión.
Por cierto no falta quien demanda regularizar la
situación frente a la última moratoria y a los pocos tenedores actuales de
bonos (inclusive se ha dicho que con los recursos del Banco Mundial se podría
atender el servicio de dichos bonos).
En este espíritu de reencuentro
también se solicita transparentar todas las cuentas de la deuda con China, una
de cuyas características es el elevado grado de opacidad de sus operaciones.
Así se cerraría el tradicional círculo de alejamiento de los mercados
financieros, que provocó la moratoria de fines del 2008 impulsada desde
posiciones de soberanía del manejo de la deuda para, luego de un tiempo, volver
a dichos mercados. Las razones pueden radicar en el cambio de la “política
díscola” de un país o en el ablandamiento de las condiciones financieras
internacionales, por ejemplo por la creciente disponibilidad de recursos
financieros cuya colocación puede hacerse cerrando un ojo para no recordar
malos momentos vividos entre deudores y acreedores.
Por cierto pueden darse estas dos
situaciones. Y no hay duda que en el Banco Mundial celebraran el retorno del
Ecuador.
La cuadratura capitalista del círculo revolucionario
De lo anterior se puede concluir que, más allá de
los (supuestos) cambios que puedan existir en el mercado financiero
internacional y en el propio Banco Mundial, lo cierto es que la política
económica del Gobierno de Correa es vista como el “milagro económico”
ecuatoriano por parte de varios analistas internacionales cercanos a los
círculos liberales y de los grandes grupos de interés transnacionales.
No podía pasar desapercibido el
atractivo que despiertan en esos espacios las apuestas extractivistas de
Correa. La explotación del crudo del ITT en el Yasuní, la ampliación de la
frontera petrolera en el sur de la Amazonía, la megaminería, la promoción de
los agrocombustibles o la ruptura del candado constitucional que prohíbe la
importación de semillas transgénicas y los cultivos con dichas semillas.
También deben estar en el portafolio de posibles inversiones las grandes obras
de infraestructura del Gobierno y las industrias básicas -refinerías, acería,
siderurgia, astillero- en las que se asentaría la transformación de la matriz
productiva.
También debe seguirse con atención
la negociación del TLC con la UE, que más allá del nombre con el que se bautice
a dicho acuerdo, es una de las viejas aspiraciones de reducidos grupos de poder
nacionales, de muchos inversionistas extranjeros y por cierto de los organismos
multilaterales de crédito. Tal vez valdría la pena enmarcar las gestiones
realizadas desde la Embajada del Ecuador en Washington, con Nathaly Celi a la
cabeza, desde la perspectiva de la vinculación de la embajadora con las élites
empresariales y posibles conversaciones para retomar las negociaciones
comerciales con los EEUU.
Dicho de otra manera, se trata
además de un acontecimiento que nos revela los movimientos políticos de grupos
de interés dentro y fuera del Gobiern o (y de otra derrota para lo que sea que
quede de izquierda dentro del mismo).
Como para cerrar este intento por lograr
la cuadratura capitalista de un supuesto proceso revolucionario cabría rescatar
la propuesta de inversión millonaria de la Coca-Cola en el Ecuador, cuyo
gerente se reunió ya con el presidente Correa. Y en esta línea de regresión
política del proceso iniciado en el 2007 asoma el fracaso en manos de
presidente Correa de la iniciativa de dejar el crudo bajo tierra en el
Yasuní-ITT, construida desde la sociedad civil y asumida por el presidente
Correa.
Dicho de otra forma, las
variaciones de su discurso y las continuas contradicciones, demuestran el
retorno del hijo pródigo al redil del capitalismo mundial.
Hoy el presidente
recorre las principales universidades de EEUU, vendidendo el “milagro
ecuatoriano”, ese que ve incluso al modelo educativo capitalista como la senda
a seguir en el Ecuador. Hay que tener en cuenta que el mercantilismo ha
permeado todos las instancias gubernamentales y el Estado está decidido a
repetir eso en la sociedad. Lo que no se dice es que ese milagro ecuatoriano
estará siempre atado a profundizar la modalidad de acumulación primario
exportadora.
En síntesis, los discursos revolucionarios
y anti imperialistas se desvanecen aceleradamente en el marco de una propuesta
de modernización del capitalismo. Todo esto explica los grandes retrocesos que
atraviesa el proceso actual, los cuales distan mucho de las alternativas
transformadoras que se habían propuesto en un inicio. Y esta deriva regresiva
toma tintes cada vez más indetenibles, en la cual el sobreendeudamiento -a
partir de lo que nos demuestra la experiencia histórica- exigirá una creciente
ampliación de las fronteras extractivas en todos los niveles, relegando la
necesidad de abandonar la dependencia y construir una auténtica soberanía
económica.
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A. Acosta: economista ecuatoriano.
Profesor e investigador de la FLACSO-Ecuador. Profesor honorario de la
universidad Ricardo Palma, Lima. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de
la Asamblea Constituyente. Excandidato a la Presidencia de la República.
1/
Dos preguntas que no tiene aún respuesta: ¿Qué papel jugó el FMI en esta oferta
crediticia del BM?, ¿el FMI ya emitió su informe sobre la economía ecuatoriana
bajo lo que ordena el Art. 4 de su estatuto?
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